Palencia es una emoción:

27 julio 2007

Vacaciones basura de la España basura

Hace tiempo que uno se ha convencido de que las mejores vacaciones están lejos de la España-basura, esa España torpe, abotargada y borreguil que vacaciona toda en el mismo sitio, toda al mismo tiempo. Millones de españolitos amontonados bajo el sol que más calienta pelean diariamente por un metro libre de playa, un asiento libre en una terraza y un camarero libre que sepa atender al cliente. Ah, y por una paella hecha lenta y concienzuda y profesionalmente.

En esta España montada en el ladrillo cara vista y que adora babeante al becerro del euro la manada ha decidido, sin duda alguna siguiendo a los espaldas plateadas que tripulan nuestras decisiones, que las mejores vacaciones son amontonarse todos a la vez en las mismas carreteras, a las mismas fechas, en las mismas playas y achicharrándose bajo un mismo sol de escándalo que no perdonarían si luego no pudieran presumir de haber ligado bronce en tal o cual playa de extrema y pasajera moda, donde una vez fue visto un famosillo de tres al cuarto que nada ha hecho por la Humanidad salvo tirarse a una guarrilla de portada sólo para hombres.

Hay otra España que relaciona la vacación con la huída de las infernales temperaturas con que la Naturaleza nos condena habitualmente por estas fechas. Hay otra España que vacaciona donde las temperaturas son todavía aceptables, donde la presión humana es todavía soportable, donde la soledad es todavía confortable y donde el verde se eleva hasta tocar el mágico escudo de las nubes protectoras que el viento y el mar envían a estrellarse contra la barrera de montañas.

Hay una España consciente que prefiere la lozanía de una brisa natural al ozonopino de una discoteca de moda, que elige el agua salvaje de una torrentera antes que el güisqui de importación y que antepone un súbito anochecer ente neblinas a la playa de llegar, ligar y follar.

He vuelto de vacaciones de la España que todavía pervive ajena al mundanal ruido veraniego, extraña aún por poco tiempo a la fiebre del ladrillo destructor. He vuelto boquiabierto de que todavía se le ofrezcan oportunidades al asesino de paisajes que sabrá aprovechar. Con el tiempo toda España, de norte a sur, se convertirá en una Marbella de mierda, donde el cielo sea de hormigón, el suelo de metacrilato y las montañas no sean más que un aceptable cartón piedra pintado de verde que simule los frescos prados que una vez fueron por toda la cornisa cantábrica.

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