Palencia es una emoción:

13 febrero 2008

La coherencia del ministro Bermejo me ha dejado perplejo

Durante los años más negros de la Historia de España los políticos habían venido a lucrarse. O se lucraban al paso de sus servicios al sufrido pueblo. En esto hemos tenido de todos los tonos, colores y opiniones políticas si nos remontamos simplemente un siglo atrás. La corrupción no solía distinguir banderías políticas y recalaba en las puertas del que se dejaba tentar. Ministros corruptos hemos tenido de todos los colores, pero, quizá porque gobernó más años, siempre había un tufillo de corrupción rodeando a la derecha, quizá porque “cuando el río suena, agua lleva” o quizá porque a la izquierda siempre se le ha dado muy bien la agitación y propaganda.

A Zaplana le montaron un número impresionante por decir, él jura que nunca lo dijo, que había entrado en política para enriquecerse. Y sobre eso se montó una campaña que casi acaba con su carrera, de hecho hace bien poco se lo recordaban en el Congreso de los Diputados. En los momentos presentes tenemos alcaldes de todos los colores imputados por hechos próximos a la corrupción. Sin embargo fue durante los últimos años de Felipe González cuando más alarma social se levantó con este tema. Y con razones fundadas, claro: Roldán y el hermano de Alfonso Guerra fueron claros ejemplos de lo que no se debe hacer o de cómo la corrupción acabó con los últimos años de aquel presidente de Gobierno, con las ilusiones de muchos y la inocente ingenuidad izquierdista de algunos.

Sin embargo a la izquierda siempre se le ha dado muy bien el discurso de la limpieza y bonhomía, siempre se ha sabido presentar con un aura de perfección arcangélica que la separaba de la derecha, que en el imaginario político popular aparecía tradicionalmente ligada al caciquismo, al amiguismo y a los subterfugios económico-legales. Es un discurso que ha calado profundo en el ideario de algunos ciudadanos, que no admiten la posibilidad de que a derechas e izquierdas puedan corresponder por igual desmanes y aciertos, honestidad e impudicia.

Digo que a la izquierda siempre se le ha dado muy bien este discurso, mientras la derecha se he mostrado tradicionalmente acomplejada, asustada y torpe. Desconozco la razón, sin embargo, de que todavía en el siglo XXI algunos insistieran en este torpe argumentario. Como el ministro de justicia, por ejemplo.

La matraca que da tradicionalmente con estos temas ligados a la honestidad de la izquierda y la perversidad intrínseca de la derecha. Los esfuerzos pedagógicos que realiza, cuántas lecciones doctorales nos brinda, cuántas verborreas excathedra nos ofrece, cómo se le llena la boca, cómo se le ilumina la sonrisa.

Supongo, estoy absolutamente seguro, que el ministro es honesto, que jamás osaría llevarse al bolsillo un solo euro ajeno. Estoy convencido de que el ministro Bermejo es de izquierdas, no dudo de que piensa sinceramente lo que dice de la derecha. Pero acabamos de comprobar que, opinando lo que opina por muy honesto y sincero que sea, sus modos de obrar son exactamente iguales que los de derechas que tanta crítica merecen.

Por las obras (en sus domicilios) los conoceréis. Aunque, claro, estamos en un Estado laico, así que quizá no importe

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