España es un plató de televisión en el que todo es debate. Toda la vida nacional es debate y sólo debate. Electoral, digo. Parece que en bares y tabernas, en la cola del pescao, en el autobús y en las puertas del colegio, España sólo hablara del debate. Parece que sólo existe una programación, como cuando en España sólo había una televisión y todos veíamos el mismo programa. Hala, audiencias televisivas de veinte millones. Casi como el otro día.
Es ridículo pensar que de verdad trece millones de españoles esperaran este momento para decidir a quién votar. Tal y como es España los trece millones estaban convencidos de su voto y sólo veían la televisión para comprobar como el otro candidato perdía y se daba el gran batacazo. Como quien sintoniza un partido cinco minutos con la esperanza de ver el gol de la victoria de su equipo justo porque él ha puesto la tele en ese momento.
Miren el único debate que ahora mismo es importante en España es por qué cada semana hay más mujeres muertas por sus maridos. También podría ser interesante que alguien nos explicara la razón por la que la ley actual no cumple su función, pero eso no va a ocurrir. El interesado está preparando el próximo debate de su líder. Que los candidatos se metan por donde les quepa los cheques para el alquiler, los cheques bebés, los cheques jubilación y los cheques ahorro de Carrefour, que mañana va a morir otra mujer a manos de su marido. O su loquesea.
El debate social en España debería ser la burrez y la insensibilidad social con el tema de las mujeres agredidas, y sin embargo nadie habla de ello salvo si eres vecino de la muerta de turno y te entrevista Telecinco. Que un alto porcentaje de las mujeres asesinadas sean extranjeras no debería distraernos de qué tipo de sociedad estamos construyendo, en qué ha fallado la educación en los últimos lustros y qué puñetera perversión de valores estamos padeciendo.
Nuestra sociedad es tan enrevesadamente estúpida que ya no sólo no ocultamos nuestras fechorías, sino que las colgamos en You Tube. Nos mostramos orgullosos de ir por la carretera haciendo el bestia, de partirle la crisma a un menor o ridiculizar a un minusválido. O de matar siete gatos, como el militante del PP que ha sido expulsado por matar gatos y colgar sus fotos henchido de orgullo. Hay que ser gilipollas para creer que los demás le íbamos a aplaudir.
Aquí nos la cogemos con papel de fumar para hablar de “compañeros y compañeras”, “padres y madres” y de “diputados y diputadas”. Ponemos el grito en el cielo si alguien se salta el protocolo políticamente correcto pero luego vamos a casa y le ponemos morada la cara a la “propia”. Eso sí, a progres, concienciados e igualitarios no nos gana nadie. Lo malo es que la parienta se empeña en no obedecernos y en sacarnos de nuestras casillas, así que lo que está pasando les está bien empleado, la culpa de es de ellas. ¿Acaso no se dan cuenta de quién es el hombre de la familia?
(Hala, ya pueden los lectores irse a otro lao a enterarse del color del decorado, del nombre del moderador y de las cadenas que retransmitirán el próximo debate de nuestros amados próceres)
No hay comentarios:
Publicar un comentario