El Vaticano pide a sus sacerdotes homilías de no más de diez minutos, y es que los hay que se ponen soporíferos e infumables, por eso nunca voy a los mítines ni me trago los debates electorales. De televisión lo más que hago es dormirme un documental cada siesta, puede incluso que también alguna noche. Así que me importa un comino quién ganara el otro día. Allá los espectadores, no me atrevo a insultarlos como los artistazos de ZapaCero insultaron a los votantes del PP, pero qué menos que llamarlos crédulos. Misanta y yo nos fuimos a la cama y eso que ganamos, que dicen quienes de esto entienden que los que no votamos ni al PP ni al PSOE disfrutamos más del sexo.
Mucho tiene que atraer el ejercicio de la política para que algunos como Rosa Díez y Fernando Savater se metan en esa harina a pesar del fracaso que van a cosechar. Además de descubrir que los bancos no fían de ellos y dejar que los extremistas nuestros de cada día los acongojen no sé qué pintan en esta historia señores que mejor estarían entre sopitas y buen vino. Y conste que casi estoy por darles mi voto sólo por enfrentarse al gigantosaurio del PPSOE. Siempre he sentido, como todo mortal sensible, una especial predilección por los débiles, sólo que además ahora me une a ellos el enriquecedor hecho de remar contra corriente, de ir contra la mayoría políticamente correcta.
Lo políticamente correcto me pone de los nervios. Hubo un tiempo, cuando la Transición, en que lo correcto estaba representado por jóvenes repeinados y relimpios que vestían vaqueros perfectamente planchados y llevaban camisa de rayas con jersey de Lacoste. Tal y como los pijos de las jumentudes socialistas sacaban a los pijos del PP en aquel video gilichorra. Ahora lo correcto es llevar vaqueros gastados y sin planchar, camisa de cuadros y barba de tres días. Ah, y uno de esos pañuelos palestinos al cuello. Qué gilipollas. Unos y otros, digo.
Por eso siento aprecio por una manera de ver la política que no va a tener suerte porque los bancos no han querido. Hombre, no basta que los bancos lo quieran, acuérdense de la Operación Roca, que además hace falta una ideología fuerte y amplias bases que remen a favor. Ideología hay, pero contra el silencio de los corderos mediáticos nada se puede si no tienes esos 50.000 internautas que contrató Pepiño para dar caña en los blogs de fachas como yo.
Por no tener no tiene cómicos que la apoyen públicamente al recibir el Óscar. Qué silencio el de Javier Bardem, con la oportunidad que tenía de desmentir su apoyo a la cubanan way by the Castro Family. Lo que lleva rajado este “demócrata” en contra Bush y en apoyo a sátrapas como el tabaquero cubano. Las barbaridades que suelta por esa cómica boquita cuando está en el paraíso cubano y lo que calla cuando llega al infierno yanqui. Algunos prefieren morir de un navajazo en Cuba a vivir en Guasinton D.C., a no ser que les den un Óscar. Como Felipe González pero al revés.
Rosa Díez ha cometido el torpe error de separarse de Ciudadanos, con quien tanto querían. Entre todos se mataron y ellos solos se murieron, qué le vamos a hacer. En política se trata de sumar y no de restar, especialmente cuando de sumar tan pocos pocos se trata. La pregunta es qué va a ser de ellos después del nueve de marzo.
Mucho tiene que atraer el ejercicio de la política para que algunos como Rosa Díez y Fernando Savater se metan en esa harina a pesar del fracaso que van a cosechar. Además de descubrir que los bancos no fían de ellos y dejar que los extremistas nuestros de cada día los acongojen no sé qué pintan en esta historia señores que mejor estarían entre sopitas y buen vino. Y conste que casi estoy por darles mi voto sólo por enfrentarse al gigantosaurio del PPSOE. Siempre he sentido, como todo mortal sensible, una especial predilección por los débiles, sólo que además ahora me une a ellos el enriquecedor hecho de remar contra corriente, de ir contra la mayoría políticamente correcta.
Lo políticamente correcto me pone de los nervios. Hubo un tiempo, cuando la Transición, en que lo correcto estaba representado por jóvenes repeinados y relimpios que vestían vaqueros perfectamente planchados y llevaban camisa de rayas con jersey de Lacoste. Tal y como los pijos de las jumentudes socialistas sacaban a los pijos del PP en aquel video gilichorra. Ahora lo correcto es llevar vaqueros gastados y sin planchar, camisa de cuadros y barba de tres días. Ah, y uno de esos pañuelos palestinos al cuello. Qué gilipollas. Unos y otros, digo.
Por eso siento aprecio por una manera de ver la política que no va a tener suerte porque los bancos no han querido. Hombre, no basta que los bancos lo quieran, acuérdense de la Operación Roca, que además hace falta una ideología fuerte y amplias bases que remen a favor. Ideología hay, pero contra el silencio de los corderos mediáticos nada se puede si no tienes esos 50.000 internautas que contrató Pepiño para dar caña en los blogs de fachas como yo.
Por no tener no tiene cómicos que la apoyen públicamente al recibir el Óscar. Qué silencio el de Javier Bardem, con la oportunidad que tenía de desmentir su apoyo a la cubanan way by the Castro Family. Lo que lleva rajado este “demócrata” en contra Bush y en apoyo a sátrapas como el tabaquero cubano. Las barbaridades que suelta por esa cómica boquita cuando está en el paraíso cubano y lo que calla cuando llega al infierno yanqui. Algunos prefieren morir de un navajazo en Cuba a vivir en Guasinton D.C., a no ser que les den un Óscar. Como Felipe González pero al revés.
Rosa Díez ha cometido el torpe error de separarse de Ciudadanos, con quien tanto querían. Entre todos se mataron y ellos solos se murieron, qué le vamos a hacer. En política se trata de sumar y no de restar, especialmente cuando de sumar tan pocos pocos se trata. La pregunta es qué va a ser de ellos después del nueve de marzo.
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