Todos lo habíamos dicho: BatasunETA quiere votar en estas elecciones. Y ayer desgraciadamente se hizo realidad. El voto de BatasunETA es de sangre, está hecho de Goma-2, de plomo, de amonal o de cualquier otro material cada vez más explosivo, moderno y mortífero. El voto de ETA es muerte. Hay doscientos y pico mil vascos que votan muerte y muchos de ellos han brindado con txacolí al conocer que un pistolero había depositado el voto de ETA en una calle de Mondragón. Qué miseria.
Qué miseria moral la de ese cuarto de millón de votantes que apoyan tradicionalmente los asesinatos, la extorsión, el coche bomba o el secuestro. Qué bajeza, qué mala ralea, que desecho de gentes miserables y fanáticas cuyo nivel de repugnante maldad sirve para animar y envalentonar a cuatro hijos de puta cuyo mayor ejercicio intelectual es apretar un gatillo.
Ésos son los votantes de BatasunETA, mentes enfermas de raquitismo espiritual, cerebros fríos, hueros, inertes; mentalidades castradas de ideas que han sido sustituidas por obcecación y locura. Mentes enfermas que carecen de escrúpulos y otros sentimientos elementales pero propios al menos de animales pluricelulares. No estoy hablando de esos dirigentes más conocidos, Otegi, Petrikorena, Olano, que bajo las órdenes de la Audiencia Nacional han ido ocupando últimamente las cárceles de máxima seguridad, ni de sinvergüenzas carentes de sentido común como la alcaldesa de Mondragón y sus seis concejales. Con ellos la Ley correctamente aplicada bien puede. Podrá, está pudiendo.
No, no, me refiero a esa miserable turba de ciudadanos adiestrados, amaestrados y domados por una miserable doctrina nazi y salvaje que exige la limpieza ideológica de sus enemigos; me refiero a ese infame tropel de ciudadanos vascos con el voto manchado de sangre, con el corazón con forma de bomba y el cerebro sustituido por Goma-2. Me refiero a los colaboradores de los asesinos que se sienten más hombres, más vascos, más trascendentes por introducir en las urnas papeletas con el anagrama de ETA. Esas papeletas llevan escritos los nombres de las próximas víctimas de los chacales etarras.
Ellos son los responsables directos de casi mil muertes, a ellos son achacables, ellos tienen buena parte de la culpa. Ellos son los que proporcionan energía al dedo que aprieta el gatillo. Vascos de siete impolutos apellidos en euskera dispuestos a cualquier sacrifico, ajeno, o a cualquier locura propia por la liberación de la quimérica patria fantaseada una tarde de sueños velados por el txakolí, vascos llegados desde cualquier dehesa extremeña, desde cualquier abandonado pueblo de Tierra de Campos, dispuestos a integrar su vulgar apellido estepario cueste lo que cueste. Kueste lo ke kueste. Las vidas que cueste.
Qué miseria moral la de ese cuarto de millón de votantes que apoyan tradicionalmente los asesinatos, la extorsión, el coche bomba o el secuestro. Qué bajeza, qué mala ralea, que desecho de gentes miserables y fanáticas cuyo nivel de repugnante maldad sirve para animar y envalentonar a cuatro hijos de puta cuyo mayor ejercicio intelectual es apretar un gatillo.
Ésos son los votantes de BatasunETA, mentes enfermas de raquitismo espiritual, cerebros fríos, hueros, inertes; mentalidades castradas de ideas que han sido sustituidas por obcecación y locura. Mentes enfermas que carecen de escrúpulos y otros sentimientos elementales pero propios al menos de animales pluricelulares. No estoy hablando de esos dirigentes más conocidos, Otegi, Petrikorena, Olano, que bajo las órdenes de la Audiencia Nacional han ido ocupando últimamente las cárceles de máxima seguridad, ni de sinvergüenzas carentes de sentido común como la alcaldesa de Mondragón y sus seis concejales. Con ellos la Ley correctamente aplicada bien puede. Podrá, está pudiendo.
No, no, me refiero a esa miserable turba de ciudadanos adiestrados, amaestrados y domados por una miserable doctrina nazi y salvaje que exige la limpieza ideológica de sus enemigos; me refiero a ese infame tropel de ciudadanos vascos con el voto manchado de sangre, con el corazón con forma de bomba y el cerebro sustituido por Goma-2. Me refiero a los colaboradores de los asesinos que se sienten más hombres, más vascos, más trascendentes por introducir en las urnas papeletas con el anagrama de ETA. Esas papeletas llevan escritos los nombres de las próximas víctimas de los chacales etarras.
Ellos son los responsables directos de casi mil muertes, a ellos son achacables, ellos tienen buena parte de la culpa. Ellos son los que proporcionan energía al dedo que aprieta el gatillo. Vascos de siete impolutos apellidos en euskera dispuestos a cualquier sacrifico, ajeno, o a cualquier locura propia por la liberación de la quimérica patria fantaseada una tarde de sueños velados por el txakolí, vascos llegados desde cualquier dehesa extremeña, desde cualquier abandonado pueblo de Tierra de Campos, dispuestos a integrar su vulgar apellido estepario cueste lo que cueste. Kueste lo ke kueste. Las vidas que cueste.
Hay doscientos y pico mil vascos que votan muerte y muchos de ellos han brindado con txacolí al conocer que un pistolero había depositado el voto de ETA en una calle de Mondragón. Qué miseria.
Ellos son el aliento de ETA. La patria vasca, irreprochablemente nacionalista, impecablemente euskaldún, definitivamente libre de impurezas ya está un muerto más cerca.
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