Palencia es una emoción:

09 julio 2009

La encíclica papal, la Conferencia Episcopal y nosotros

Es revitalizante que el Papa haya hablado sobre aspectos sociales de la vida pública. Si todas las críticas que recibe la Iglesia fueran como las que llevo leídas sobre esta encíclica otro gallo le cantaría a los seminarios, otro visión tendrían los ciudadanos, en nuestro caso los ciudadanos españoles, sobre los curas y los obispos, otras cosas serían las misas dominicales.

No es caso excepcional que los papas se pronuncien con su autoridad moral sobre problemas que hemos dado en llamar “sociales” (¿Realmente no lo son todos?), antes al contrario, llevan muchas decenas de años haciéndolo. Sin embargo parece que algunos descubren ahora el Mediterráneo. Carrillo (¡Glup!) dice nada menos que el Papa ha copiado a Marx. ¡A ver si ahora los católicos se van inscribir en masa en el Partido Comunista, como si todavía existieran partidos comunistas por el mundo civilizado! (¿de veras todavía existe el Partido Comunista de España?). Digo el mundo civilizado, Cuba no cuenta. Ni China.

El caso es que la encíclica está ahí, poniendo al Papa en el lugar por donde sangra la sociedad, por donde se duelen los débiles, por donde se lloran las injusticias. Y eso significa que es la hora de los obispos y de los curas, es la hora de las conferencias episcopales, es la hora de que salgan en rueda de prensa a explicarnos detalladamente su contenido, a hacer públicas sus más duras acusaciones. Con inteligencia, con profundidad, con energía. Con la misma inteligencia, profundidad y energía que usan para cargar, justamente, contra las sucesivas leyes de aborto. Queremos oír sus voces en los telediarios, en los boletines informativos, en los titulares de prensa, queremos que se hagan oír por todos quienes prestan oídos a las críticas amargas y atravesadas que no siempre se merecen.

Que salgan los obispos a cantar las cuarenta a quienes hacen del materialismo económico su única razón, a quienes se basan en las leyes del mercado para crear injusticias o agrandarlas, que salgan las conferencias episcopales a criticar con exigencia y firmeza los grandes males de esta sociedad plagada de becerros de oro, que señalen con palabras y gestos a quienes se enriquecen a costa de los EREs, a quienes negocian leyes favorecedoras de injusticias y que pongan nombre a los culpables de tantos desmanes con los que convivimos a veces tan confortablemente, que los abochornen, que expulsen sus mercados de los templos sociales en que les hemos acogido.

Termino, les dejo y me voy a leer lo que al respecto dicen los lectores de Público, anda que no me suelo pegar “jartadas” de risa con lo que sueltan… Si mañana no escribo es que sigo con las mandíbulas desencajadas.

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