Palencia es una emoción:

06 septiembre 2009

España debe estar en Afganistán

A los lectores que hayan conocido mis artículos anteriores sobre la guerra de Afganistán puede haberles quedado una idea poco exacta de mi opinión al respecto. Una cosa es ser crítico con ZapaHuero y otra cosa es la guerra del fin del mundo, la de Afganistán. Claro que Occidente –por lo tanto España- debe estar en aquel país, sufriendo y tal vez entregando la vida de sus mejores soldados.

No sé si estamos perdiendo aquella guerra, pero desde luego no la estamos ganando. Algo habrá que cambiar en la lógica militar pero si se trata de ganar no estamos ganando. De seguir así puede convertirse en una guerra enquistada, que dure una eternidad y que al final perdamos los buenos. Otro Vietnam, vaya. Si se abandona Afganistán a su suerte significa que los talibán terminarán por convertirlo en una inmensa base militar desde la que atacar con absoluta impunidad el mundo casi idílico de Occidente. Abandonarlo significa traer a nuestro mundo desarrollado, a las puertas de nuestras casas, a nuestras calles y parques, el frente de batalla de esa inmensa ofensiva que cuatro iluminados nos han declarado. El frente cuanto más lejos, mejor.
Claro que Occidente debe estar allí, defendiendo nuestra civilización, nuestra democracia, nuestro desayuno cotidiano de café con pan y mantequilla en paz y serenidad. No sé si estamos perdiendo aquella guerra, pero desde luego no la estamos ganando. Algo habrá que cambiar en la lógica militar pero si se trata de ganar no estamos ganando. Tal vez, como nos presenta el Gobierno aconsejado sin duda por sus mejores militares, tengamos que enviar doscientos hombres más si se trata de cambiar los hechos actuales. Para mí ése no es el problema, estoy convencido de que Occidente -España también, claro- debe luchar allí por nosotros, por nuestro futuro, por nuestros hijos.

La sublime estupidez que he criticado en los artículos anteriores es la memez verbal de un presidente de gobierno que quiere convencernos cueste lo que cueste de que aquello no es una guerra. Quizá nuestros soldados vayan repartiendo flores, pero los adversarios reparten plomo, permítanme utilizar un tópico. El fabuloso mundo ensoñador que ZapaHuero ha querido vendernos es más falso que un decorado de cartón piedra, aquello es una guerra, necesaria e imprescindible, pero es una guerra con balas, bombas, explosiones, heridos y muertos, lamentablemente y bien que le pese a Zapatero. A la guerra hay que llamarla “guerra” para decir la verdad, aunque sea una guerra santa, en el sentido de ser una guerra necesaria e inevitable.
Entiendo que las diferencias de ésta con la invasión de Irak son muchas, diferencias que hacían de aquella una guerra cruel e injusta, basada en una gran mentira como luego se demostró. Si para marcar esas diferencias ZapaHuero tiene que inventarse una novela por entregas me parece muestra de poca capacidad de su discurso político; si los españoles se lo creen me parece muestra de poca capacidad de discernimiento. Es la guerra, imbécil.

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