Palencia es una emoción:

19 febrero 2010

Que se lo metan donde les quepa

El caso es que a veces me siento solo o al menos poco acompañado en mi rechazo a San Valentín y todos los “días de”. En general todos estos días me parecen una de las formas más evidentes de manipular a los incautos. Mucho me temo que me he quedado atrás, que la sociedad ha evolucionado mucho más y mucho más deprisa que yo y que me he quedado convertido en un bicho raro.

Al igual que el día de la madre o del padre, San Valentín es un telemaratón consumista, una caca comercial que además este año ha caído en domingo, quizá para atraer más moscas. Que se lo metan por donde les quepa. La cuestión es consumir y consumir sin pensar, sin valores ni ética, quizá para convencer a los demás de que te importan.

A todos nosotros, a la sociedad en genral, nos han comido el coco con el significado de esta fiesta y otras parecidas trampas sociales. En realidad no es que me disgusten estos días, allá quien los siga, sino que lo que más me molesta es la claudicante subordinación con que en general acogemos todas estas guarrindongadas con que nos adoctrinan. Es algo que no puedo remediar, el borreguismo y la sumisión individual o colectiva al comercialismo, al gobierno, a la oposición, a la publicidad, a la televisión... a lo que sea, me saca de quicio, mea culpa.

Sospecho que cuando una sociedad tan evolucionada económicamente como la nuestra se vuelve loca por gastar dinero y ocupar su tiempo y su cabeza con pamplinas, por utilizar un término tan generoso como displicente, es que ese desarrollo material no ha evolucionado a la par que su desarrollo moral, ético y social. El desequilibro se hace manifiesto cuando con el paso del tiempo compruebas que hay más divorcios que docenas de rosas regaladas. Como guinda del pastel, el día de los enamorados es el día perfecto para tapar alguna que otra miseria familiar con unas rosas que siempre llevan más espinas que pétalos.

Sé que puedo estar equivocado, amigo lector,pero como tonto del todo no me creo acepto profundamente cabreado que a mí también me tienen comido el coco este mundo y esta sociedad, seguro que no soy un prodigio de originalidad, de personalidad, de cultura ni inteligencia, seguro que todos los días caigo en mil trampas sociales. Precisamente por eso protesto, coño.

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