Palencia es una emoción:

20 abril 2010

A Pérez Reverte le podían dar un poco por...

Conste que soy partid..., no, no; conste que soy simpatizante de Pérez Reverte, incluso aunque no haya podido tragarme alguna de sus novelas. Siempre me ha interesado su papel por encima de la melé partidista o social. Su independencia y su franqueza siempre han llamado la atención y concitado admiradores y detractores en gran número.

A mí me caía simpático por su papel de “outsider”, perdónenme el anglicismo, lo que pasa es que hasta de los mejores pasteles se harta uno y hasta el mejor escribano deja caer algún borrón. Por otra parte reconozcamos que de lo sublime a lo ridículo a veces hay una franja muy estrecha que es muy fácil pisotear con contumacia. Y, ya puestos, digamos que tanto va el cántaro a la fuente que tarde o temprano termina por no volver a casa. Eso, todo ello y más, le ha pasado a Pérez Reverte que de glorioso ha pasado a zarrapastroso.

A veces cansa cuando alguien se erige en árbitro permanente de la sociedad, cuando a su libre albedrío cataloga a los miembros de este mundo terrenal en buenos y malos y entre los buenos sólo figura él. Esto, los que también tenemos ojos para ver, oídos para oír y mente para entender, podemos admitirlo y hasta podemos perdonarlo alguna vez. Pero que siempre los buenos sean los mismos- el mismo, él mismo- termina por cansar y delatar como egomaníaco absoluto a su autor.

Hoy Pérez Reverte vuelve a cargar sus tintas sobre la España ignorante y barriobajera en que nos vemos envueltos, concepto en el que sin escarbar mucho casi todos los españoles están de acuerdo. Y achaca esa ignorancia y la manipulación popular consiguiente a la ausencia “de una revolución que barriera a reyes, curas y aristócratas”, "fuerzas reaccionarias" que "siguen todavía hoy aquí" poniendo "bastones en las ruedas del camino del progreso”. Amén, pues lo ha dicho Pérez Reverte, descubrámonos, besemos el suelo que pisa y bendigamos su santo nombre.

Se olvida tan enérgico acusador, tan radical solucionador de los problemas universales, de que existen países cultos, adelantados y poderosos encabezados por reyes, pongamos Suecia, de que países profundamente religiosos, digamos que hablo de EEUU, rigen el mundo económica, cultural y militarmente, sin que hayan tenido que renunciar a sus propios sentimientos sociales, los mismos que el exitoso autor denuncia para España.

Pero se olvida sobre todo de que, aún teniendo razón cuando acusa al pueblo de ignorante y de fácilmente manipulable, por nuestros gobiernos ha pasado un sinnúmero de ministros de Educación, progresistas, más progresistas y conservadores, e incluso más conservadores, cada uno con su plan, su planecillo y sus planazos educativos, que empezaban siempre por desterrar desde los cimientos los planes anteriores, sin que ninguno de esos ministros, secretarios y subsecretarios, planes reformas y contrarreformas hayan servido absolutamente para nada, salvo para perpetuar la ineficacia de nuestro sistema educativo, batiendo sin embargo marcas mundiales de burocratización de las tareas docentes, restando sin cesar autoridad a los profesores e incluso limitando por otras vías el ejercicio de la patria potestad.

Los exabruptos de Pérez Reverte suenan bien, suenan a esas maravillosas estrofas que entonan los tenistas cuando tras fallar un golpe miran con desdén a su raqueta, suenan a la lírica del ciclista que echa la culpa al empedrado o a la del piloto de Fórmula 1 que culpa de su fracaso a la lluvia sobre el asfalto. Disparar por elevación es muy fácil, no se señalan culpables, se generaliza el pecado en toda la sociedad que no se empeñó en la Revolución (En España todo el mundo debe tener una revolución pendiente) y no se hiere ni se acusa a nadie. Bueno, salvo a monarquías y curas, cosa que se lleva mucho últimamente y te hace quedar muy a la moda, pues estamos permanentemente sumidos en campaña republicana y laica. Además, ya sabemos que nadie se va a   quejar. Eso sí, el Reverte queda de puta madre.

No hay comentarios:

Seguidores del blog

Otros blogs míos.