El pasado diciembre tuve el honor de presentar un acto en un club privado de mi ciudad. Supongo, por las propiedades del lugar, que entre los espectadores estaban parte de la élite económica, social y política de la ciudad. Dado que la cosa iba de la navidad y las características del público traté de ser un tanto convencional, entretenido y acertar con la duración de mi alocución.
Cuando todo acabó y los amables incondicionales terminaron de saludarme y adularme charlé unos minutos breves con una diputada nacional que me trasladó las excusas del alcalde socialista que estaba en otro punto de la ciudad inaugurando algo. Sospeché, seguramente sin motivo, que la coincidencia de actos no era casual. En la charla con la diputada salió a relucir, cómo si no, la política nacional y la situación económica pero sobre todo social en que se encontraba España. Recuerdo que la conclusión que saqué fue la radicalización de la sociedad, la división nuevamente en dos bandos: “ellos y nosotros”.
Quizá la conclusión fue solamente mía y basada exclusivamente en mi propia experiencia; reconozco que mis posiciones y la orientación de mi blog y mi columna han ido cambiando con el paso de los años zapateriles. Desde el primer momento Zapa, quizá creyéndose iluminado por el faro de Pablo Iglesias, o tal vez creyéndose él mismo el Faro de Occidente, se propuso trasformar la sociedad española, amoldándola a su personal modo de ver la realidad. Volvió España al guerracivilismo, sacamos a pasear los muertos, casi exclusivamente los de un lado, se impulsó un hasta entonces dormido republicanismo (Como ya he escrito anteriormente, no se trata tanto de impulsar la tercera república sino de reeditar la segunda república bis, que es lo que les mola a este tipo de personal), se subvencionó con generosidad nunca igualada a los partidarios, sindicatos, artistas “zejistas”, colectivos gays simpatizantes (y sólo los simpatizantes, que los hay que se quedan a dos velas) y promover partidista y torticeramente todo aquello que pudiera proteger a los suyos aún a expensas de ofender a los ajenos.
Todo ello ocurría mientras, como tan evidente es en nuestros bolsillos y en las cifras de parados, se olvidaba de la economía, la Economía que no pudo aprender en esas dos semanas que le vaticinó Jordi Sevilla ni en estos seis años y pico que lleva manejando el timón en esa dirección que hace dos días anunció públicamente el ahora claudicante presidente de Castilla-La Mancha.
El caso es que mientras España camina al descalabro entre la indiferencia de Rajoy (¿dónde está la oposición?) y los desaciertos, bandazos y errores socialistas sólo se habla de la extrema derecha, parece que la culpa de todos los males la tiene la caverna cerril, “la Brunete mediática” y, cómo no, el PP. A mí personalmente el PP me trae al pairo, pero no me parece tan caverna, tan derecha ni tan Brunete, pues cuando vuelva al poder, no por méritos propios sino por desprestigio ajeno, jamás enmendará algunas de esas leyes que nos han convertido en el país del todo vale, vendiéndonos en nombre del sacrosanto e intocable progresismo el matrimonio homosexual o esta barra libre del aborto que nos ha convertido en el abortadero de Europa. El miedo de los supuestos conservadores a ser señalados como fachas retrógrados, a la vez que sus numerosos escándalos económicos que lo son también morales, les impedirá remover, ni siquiera retocar, leyes tan rechazables.
Pero la culpa será siempre de la extrema derecha, haga lo que haga (o más bien deje de hacer) Rajoy, el PP o el sursum corda. Mencionar a la extrema derecha, a la derechona y a la caverna supone un camión de votos para la izquierda española. Pero nadie habla de la radicalidad de la izquierda, de su intolerancia ni de su sectarismo o su política de enfrentamiento y renacimiento de las dos Españas opuestas. Hablar de la extrema izquierda no es democrático, asusta al personal y no sale rentable ni para los más acérrimos defensores del alcázar de Toledo. Sea cual sea éste hoy en día.
Nunca nada es culpa de la extrema izquierda, ¿qué digo?, nunca nada es culpa de la izquierda de España, que permanece inmaculada como si sus errores no tuvieran incidencia en la vida. Que viva la izquierda española, civilizada, democrática, culta, generosa, abierta a los demás, comprensiva con los descarriados, de derechas evidentemente, y que nos ha llevado al espléndido momento económico del que disfrutamos, con miles de nuevos puestos de trabajo creados diariamente, con el progreso económico de obreros y jubilados, y con el envidiadísimo avance de nuestra economía.
4 comentarios:
Pedro, se te ve demasiado el "plumero"
Luis P, yo antes llevaba otro plumero más... multicolor; éste me ha ido creciendo en los últimos tres años. ¿Por qué habrá sido?
sr, Hoyos, creo que a más de uno/a nos está cambiando de color el plumero, el mio de rojo está pasando a un azul que espanta jajajaja
Encarna, no nos está cambiando: Nos lo ha cambiado un paisanete de León, me temo.
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