Por empezar por algún sitio déjenme que les cuente que me he hecho con un puñado de capítulos de Rin-Tin- Tin, la serie de mi infancia, santa infancia. Creo que incluso hay algún capítulo en blanco y negro, anda que no soy mayor ni nada. Eso que llevo por adelantado. Ardo en deseos de saber qué fue del actor que hacía de cabo Rusty, por favor, que alguien me lo diga.
El caso es que la TDT me ha despertado la nostalgia. Ando navegando entre series arcaicas, prehistóricas y antediluvianas. Desde la obsoleta “Embrujada”, que a pesar de ello todavía me entretiene, a Alf, siempre genial. Treinta canales de TDT legales y alguno ilegal, la audiencia se ha deshecho en mil pedacitos repartidos entre un montón de empresas que han de arreglárselas para sacar dinero y sobrevivir.
Para ello las series antiguas y los debates son una bendición. Las series antiguas cuestan cuatro perras y siempre habrá algún ñoño nostálgico como yo que se empeñe en verlas. Y los debates, dado que participo en alguno de la tele regional, sé lo baratos que salen y la audiencia que conciertan cuando la actualidad se pone frenética. Y ya me contarán en los tiempos en que estamos si la actualidad no está frenética. Frenopática.
De pronto las mil teles que tenemos nos han trasladado a los años sesenta, en el peor de los casos. No sé si me importa, si me preocupa o si me satisface. ¿Cuál es la alternativa, las teles tradicionales? ¿Gran Hermano? ¿Las parodias ofensivas de la Sexta? ¿Física o química? ¿La Noria? Basura y sólo basura en un terreno baldío, asolado por la suciedad y el abandono moral de la sociedad española… ¿No había que ofrecer posibilidades nuevas al telespectador que se niegue a caer tan bajo, al telespectador que no se conforme con ser parte de la patulea social, al telespectador con dos dedos de frente y un poco de buen gusto?
¿Se me han fijado en la baja catadura de los personajes de las series españolas en general? ¿Han notado su vulgaridad, su rivalidad en lo zafio, en lo barriobajero? ¿Se han apercibido de la falta de personajes nobles, de altas miras, con comportamientos… (a ver qué palabra rara, difícil y escogida encuentro…) con comportamientos normales?
¿Saben? A veces hecho en falta el fútbol. Cuando yo era un joven que empezaba a trabajar alguien a mi lado dijo algo así como: “Ay, esta noche tenemos fútbol, podré ver algo la tele por fin”. Y yo le juzgué como un facha retrógrado. Y entonces no había más que dos canales con sus correspondientes audiencias millonarias. Ahora el facha soy yo, a veces añoro el fútbol para ver la tele sin sobresaltos, sin que se me arroje al sofá una señora en cueros, sin que alguien suelte una blasfemia (¿No les parece ésta una palabra propia de otra época, de quienes no toleran el sancta sanctorum de la actualidad: la libertad de expresión? Parece que cuando uno dice “blasfemia” pertenece a otra época, lo sé, lo sé) o se ría de mis creencias, de mis opiniones o de mi manera de ver la vida.
El caso es que por fin hay una alternativa a la mierda televisiva; no es que sea gloria exquisita, pero la TDT nos ha dado posibilidad de ver algo más que la zafiedad de programas en los que madres e hijas se reencuentran después de mil años para… para ponerse verdes, jurarse venganza eterna y esparcir un montón de vísceras por el suelo del plató. Los lectores habituales saben que considero que la tele es un espejo de España, en ella salimos retratados tal y como somos, porque ella nos retrata, retrata a la sociedad española con sus defectos y sus... defectos. A veces me duele pensarlo, pero sigue siendo verdad.
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