Nunca un socialista había causado hasta hoy tanto daño al partido; nunca la obcecación, el mantenella y no enmendalla o el sectarismo habían causado tan grande estropicio en los herederos de Pablo Iglesias. Zapatero llegó creyéndose Blancanieves y se marcha siendo la bruja.
El PSOE ha caído a cifras que nadie conocía, quizá sea el pago de esas dos semanas que Zapa dedicó a estudiar Economía, quizá sea el precio del radicalismo, de su memoria del 36, quizá sea el precio de tanta subvención a centenares de grupúsculos ajenos al sentir español. También puede ser que los votantes socialistas le hayan hecho pagar aquel famoso Plan E que gastó en carriles bici (quien esto escribe es ferviente partidario de ellos, en otras circunstancias), en tapias de cementerios y en rotondas lo mismo que nos habría costado un tren de alta velocidad.
El despilfarro ha sido el signo de los tiempos zapateriles, no siempre por culpa de él, que en Castilla y León tenemos un aeropuerto en cada provincia, si me permiten una muy pequeña exageración. Y Zapatero ha despilfarrado cinco millones de votos, y negando empecinadamente la crisis que Almunia y Fernández Ordóñez le predicaban despilfarró meses y más meses mientras la economía se estropeaba, los parados aumentaban y subía el número de empresas en crisis. Pero era de mal español afirmar tal cosa, según él.
A partir de mañana el BOE va a salir publicado en alemán y todas las mañanas en los colegios e institutos españoles la jornada va a empezar con el canto de la Marsellesa, ¿se apuestan? Europa nos ha rescatado, sólo que nos deja creer que somos nosotros los que la hemos ligado, es la eterna historia.
La atomización del Parlamento Español es una broma, que varios partidos con el mismo número de votos que otros saquen dos veces más escaños es también una broma, pero sangrante y macabra. O macarra. En los plenos será eterno el desfile de grupitos que intentarán montar la gran astracanada para poder destacar en esa selva enmarañada de tantos grupúsculos, todos compitiendo por los titulares de la prensa del día siguiente. Lamentablemente eso no significa el final del bipartidismo, sigue haciendo falta un tercer partido de ámbito nacional que con un elevado número de diputados pueda apretar las tuercas a los dos grandes, hace falta ese outsider (¿se sigue usando esta palabra tan antigua y tan extranjera?) que cante las cuarenta al Poder. No, los comunistas no cuentan, sólo son Zapateros más a la izquierda.
Echo de menos a Zapa, no ha aparecido casi en la campaña (Zapatero me recordará siempre a Steve Urkell: “¿He sido yoooo?”) y nada de nada en la dolorosa hora de la derrota. De los hombres se espera más dignidad, más entereza, más hombría, más presencia en los momentos difíciles. Rubalcaba (sí, vale, era Zapatero II, ambos comparten las mismas decisiones, los mismos errores, el mismo sectarismo) necesitaba una mano amiga que se posara sobre su hombro y le diera consuelo, no hacían falta mimitos, sólo consuelo. Pero no hubo palmadas, Zapa no quiso aparecer. Él no ha sido.
La teórica candidata de los mimitos ha quedado gravemente dañada por los resultados, ¿quién regenerará al PSOE? ¿Quién le sacará de la profunda tumba donde la impericia zapateril le ha hundido? La culpa de los males del PSOE la tiene el propio PSOE. Aquella votación en que se dejó que el PSC eligiera a quien más convenía a sus nacionalistas intereses trajo a Zapatero en detrimento de otros mejor preparados pero menos dóciles a la hora de asumir las órdenes de Pascual Maragall. ¿Iba a permitir él que saliesen elegidos Rosa Díez o José Bono, centralistas duros y gente con personalidad, en vez de alguien tan manejable como “Lozanito”?
El Ave Fénix siempre renace, cierto, pero llevará su tiempo. A ver ese congreso, RBCB no ha dicho que se va ni que se queda… ¡Pero qué listo es!
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