No cabemos todos, España da para
lo que da y nuestra economía no puede admitir más bocas que alimentar, más
subsidios que otorgar, más sanidad que regalar. Hay que regular la inmigración
ilegal que viene de la desesperación africana a la tierra de promisión que es
Europa. No caben todos los que proceden de la injusticia humana, del abuso
capitalista o de la corrupción infinita de sus propios mandatarios.
Hay que frenarla, sin duda. Descartado
el método de aplicar la justicia y pagar precios justos por las materias
primas, de derrocar sangrientos dictadores y colocar gobernantes justos, de
provocar el desarrollo en toda África, hay que buscar otras alternativas.
Foto del diario El País |
Las vallas, los controles y las
barreras nunca frenarán la emigración del hambre pero pueden reducirla o
limitarla; detendrán a los más débiles o pusilánimes pero nunca a los decididos
o fuertes. Colocar en ellas cuchillas es impropio de un país sensato, sensible
y humano. Es violentamente desgarrador de cuerpos ajenos y de sentimientos
propios. Tiene que haber otros métodos menos sangrientos, menos agresivos,
menos violentos. Más humanos.
Un país que se defiende así es un
país evolutivamente en regresión, tercermundista en leyes, cruelmente medieval
en justicia.
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