Los partidos, que han aprendido tras muchos años de experiencia, decidieron en su momento que las primarias eran una buena idea porque ofrecían la imagen de diálogo, acuerdo, pactos, pacifismo. Y buen rollito interno.
Hubo un tiempo en que los candidatos políticos venían señalados y bendecidos por el dedazo del jefe, del superior, del supervisor. Del mandamás. Y el que se saliera del camino marcado por la dirección del partido estaba condenado al fracaso, al frío infernal, al ostracismo. Visto así las primarias parecían el paraíso de la democracia. Todo menos que el que manda decida.
Y todos se apuntaron al carro, siempre con mucha palabrería, publicidad, redundancia y algarabía popular. Bueno, no, de la gente. Tampoco, de los militantes y simpatizantes. Pero como suele ser habitual en los sistemas enfermos las primarias no pasan la prueba del algodón, ese que, según decía un anuncio, no engaña.
Las dos primarias que se acaban de celebrar, como gran ceremonia de la trasparencia, de la democracia y de la regeneración, han dado como resultado que las masas, bien informadas, inteligentes e independientes, han decidido… lo que el jefe había bendecido previamente, sea en el PSOE, sea en Ciudadanos, si bien, sorpresa, sorpresa, en este último partido el osado militante (Francisco Igea) que pretendía doblar el brazo a la cumbre suprema acaba de presentar una reclamación, pues el total de votos emitidos no encaja en la suma de votos recibidos por los dos pretendientes. La población ha abandonado bares y cafeterías, estadios y museos, para esperar mordiéndose la uñas, el resultado de dicha reclamación.
Al final lo que diga el jefe va a misa. El militante es disciplinado, callado y manso, muy manso, y decide lo que le han dicho que tiene que decidir, ha votado lo que le han dicho los jefes que tiene que votar. Para esto nos podíamos haber ahorrado tanta parafernalia vana, tanto discurso hueco, tanta alusión infantil a la democracia interna. Tanta tontería.
Tanto Pepu Hernández, desconocido hasta por la ministra que no sabía cómo llamarlo, sin militancia en el PSOE pero afortunado ganador de los deseos de Pedro Sánchez, como Silvia Clemente, rebotada del PP tras 20 años de militancia y afortunada ganadora de los deseos de Alberto Rivera, encabezarán las respectivas listas para electorales. Y lo llaman regeneración y democracia interna.
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