Franco no es nada, no es nadie

Franco fue un dictador y como tal es reconocido por todos los demócratas españoles, en los que hay que incluir sin duda a muchos votantes de Vox. Y de Podemos. Como dictador sus modos de dirigir España son antagónicos a los de cualquier partido democrático.

Pero de Franco nadie se acordaba. Absolutamente nadie, a todos nos traía al pairo. Hasta que Zapatero llegó al poder, su visión de la democracia fue sectaria, victimista y plañidera. Fallecido Franco, desarbolado el franquismo, hizo bandera del enfrentamiento con el franquismo a la que se enganchó toda la izquierda, falta de otros ideales alcanzables. Esos mitos de la justicia social, de la igualdad, de la educación o sanidad universales se demostraron difusos, lejanos o poco atractivos. Otros fueron superados y no servían para movilizar el voto. Había que buscar algo nuevo.

Franco es ahora mismo un caladero de votos de la izquierda. Nadie en su sano juicio, nadie del mundo político, puede asomar la cara y defender otra postura claramente diferenciada de la del PSOE, salvo deseos de suicidios, haciéndole de ese modo el caldo gordo a Pedro Sánchez. Nadie se atreve a decir que el rey va desnudo, que Franco es un espantajo, ese muñeco miserable que agitan los socialistas en esa guerra que pretende la desaparición de Pablo Iglesias.

Franco no es nada, no es nadie, es solo pasado, nada afecta a nuestro futuro, nada nos preocupa a los que vivimos en aquella España y preferimos esta, nada importa salvo para movilizar a los más radicales, a los más energúmenos y a los más sectarios. Sacarán a Franco del Valle y radicalizarán a lo más bajo y rastrero de la sociedad, a los más brutos o más sectarios. Sacarán a Franco del Valle y los salarios de miseria continuarán, los problemas de los pensionistas continuarán, los problemas secesionistas continuarán, la baja natalidad continuará, la España vaciada continuará, los problemas continuarán. Pero Sánchez habrá ganado un puñado de votos.