Palencia es una emoción:

25 marzo 2020

A la policía se la respeta


Soy testigo de cómo ha cambiado la sociedad desde la muerte de Franco, tanto en las relaciones personales, sociales o laborales como en las relaciones con el poder. Y con la policía, símbolo siempre del poder.

Hubo un tiempo en que la policía era solo vilipendiada por los rufianes que para subsistir debían alejarse de ella, pero en el año 78 y siguientes confundimos democracia con anarquía, se difundió la idea de que Libertad era hacer lo que nos diese la gana y que por tanto la policía era un estorbo. Y empezó un inexplicable deterioro de la imagen de la policía, de todo lo que fuese autoridad, y al mismo tiempo surgió de lo más ruin, mezquino y mentalmente indocumentado de la sociedad un menosprecio a la policía en cualquiera de sus tipos, de la local a la nacional o la guardia civil.

Cualquier mendrugo con ojos se creía en el derecho de replicar, desobedecer y faltar al respeto a la policía, lo que era una forma de replicar, desobedecer y faltar al respeto a la autoridad. Pa’chulos, nosotros. Creímos que ya que todos teníamos los mismos derechos todos éramos iguales, desde el catedrático más excelso al borriquero más sanchopancesco. Ni autoridad moral, social, civil, militar, académica ni… Todos éramos iguales, nos dijeron. Y los más analfabetos se creyeron que eso significaba acabar con la autoridad y con la policía.

Incluso hay un vicepresidente del gobierno que se siente orgulloso, o al menos se sentía y nunca se ha desdicho, cuando algún zarrapastroso golpeaba a las fuerzas del orden. Cualquiera que se hubiera parado a pensar le habría preguntado si eso valía para todas las fuerzas del orden o solo para la policía de las democracias, si también se enorgullecía cuando alguien pegaba a la policía de la URSS, creo que ahora se llama de otra forma pero no hay mucha diferencia, a la policía de Cuba o de Venezuela, paraísos de justicia y libertad soñados por este individuo vicepresidencial.

En ese deterioro ha llegado el coronavirus y nos ha puesto a todos firmes; nunca policías de cualquier uniforme tuvieron tanto respaldo popular como en la actualidad, su papel de hacer frente a los incívicos se ha reforzado y numerosos vídeos, hoy todos vamos con una cámara en el bolsillo, nos muestran cómo, en medio del regocijo popular y vecinal, se empeñan en frenar a tanto viandante asilvestrado como pulula por nuestras calles.

El daño a su imagen hecho durante años proporciona que cualquier infecto gusano, bruto, inculto, incivil, silvestre, bronco y cerril quiera hacer frente a profesionales perfectamente preparados para dar dos mandobles al que se resista o para acompañar tiernamente a un anciano con la bolsa de la compra. Son nuestros servidores, los saben y están orgullosos. El pueblo llano y sufridor de la incompetencia de nuestros gobernantes debe recuperar el aprecio que nunca debió perder por quienes hacen de la ayuda y del cumplimiento de la ley su razón profesional.  

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