Dice Griñán que se va porque está
mayor. Y que hay que irse y dejar sitio a los que vienen detrás. Eso de la
renovación, ya saben ustedes. Y de paso hacerle un poco la cusqui a Pérez. Por
cierto, debe ser el único secretario general de un partido que despierta más
simpatías entre los contrarios que entre los suyos.
A Pérez le tienen ganas los de un
lado y los del otro pero es verdad que lleva en política desde que le dijo a
Noé que las predicciones meteorológicas eran exageradas. Y conviene renovarse.
Pero no sé si los que vienen detrás son renovación… Quizá la palabra mágica, la
que sacaría al PSOE del atolladero, y a toda España, no sería renovación sino
reinvención. Porque los que están envejecidos no son los políticos, que
también, sino las ideas, los partidos, eso que han dado en llamar, tan
cursimente, el think tank. Ah, y el sistema, en definitiva.
Que la democracia es sólo el
menos malo de los sistemas de gobierno se confirmó cuando Obama, el gurú del progresismo,
dijo aquello de que una mayor seguridad requería una menor libertad… bueno, un
mayor espionaje por parte del Estado, creo que sería más acertado decir. A lo
peor Orwell sólo se equivocó de año, tal vez de siglo. La democracia tiene vías
de agua y el juego partidario, hoy me opongo más que ayer pero menos de lo que te
opondrás tú cuando estés en mi lugar, es despiadadamente cansado e inservible.
La disciplina interna, ésa que te
impide manifestar tu opinión contra el líder si quieres salir en la foto (Alfonso
Guerra dixit), es la contradicción que acogota a los partidos “democráticos” de
un sistema “democrático”… porque todos llevan la palabra “Democracia” tatuada
en sus estatutos. Y en la frente. Por eso cuando la ven en el espejo al afeitarse
o al maquillarse se encogen de hombros sin saber qué quieren decir esas
palabras tan raras. No sé si hay que retirar a Griñán, a Pérez y a todos los
que pasen esa espantosa edad, pongamos los 35 ó 40 años, en la que todas las
empresas se ponen de acuerdo para decir que eres demasiado mayor para
contratarte, pero sí sé que hay que jubilar un sistema que no funciona, que
permite lujos a los parlamentarios como jubilarse a lo grande por haber estado dos
legislaturas calentando escaños.
El escándalo de la corrupción permanente
desde casi los albores de la democracia, ¿alguien se acuerda de Naseiro?, hasta
la situación actual -Bárcenas, ERE’s andaluces, caso “Campeón”- es tan doloroso
porque no se recuperan los cientos de millones de euros, porque casi nadie
acaba con un castigo ejemplarizante y porque está extendido como mancha de
aceite. Y encima nos dicen que no hay nada ilegal en los sobresueldos. Las
leyes las hacen a medida del hombre, pues hombres son los que dictaminan lo que
es legal o no, pero la ética y la moralidad marcan lo que es legítimo. Habrá
asuntos legales que serán al mismo tiempo ilegítimos.
Como prueba de lo inservible de un
sistema se puede aludir a las numerosas leyes de educación que llevamos
sufriendo. Los innumerables cambios legislativos en materia tan importante para
el futuro de un pueblo –Educar es manipular en la dirección correcta- quieren
determinar el desarrollo de una sociedad en un determinado sentido partidario…
por eso nunca son consensuados. ¿Pero hay algo más importante para consensuar
que nuestro futuro?
Por eso no se trata de renovar a
los políticos, de uno u otro partido, sino de renovar esta casta de imposible
solución para que salga del pueblo, píense como el pueblo, viva como el pueblo
y... se jubile como el pueblo.
Se irá Griñán y se irán Pérez y
Rajoy y con ellos algunos más. Pero sus sucesores son eso… ¡sucesores!, no son
renovadores. ¿Renovación? ¡Reinvención!
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