Palencia es una emoción:

16 octubre 2006

Ni castellano-leonés ni castellano y leonés: Castellano. Y punto

La Real Academia Española de la Lengua cree que el término “castellanoleonés” es el que “debe usarse como gentilicio de Castilla y León” ya que tiene la capacidad de “indicar de manera inequívoca la alusión a una entidad unitaria desde le punto de vista político-administrativo”. Sin embargo el Parlamento regional apuesta por mantener la “y” en su propuesta de Estatuto.
A mí, la verdad, me parece que la Real Academia haya tenido que intervenir para puntualizar el gentilicio de los que hemos nacido en esta parte de España me parece una prueba de la artificiosidad de este invento de cartón piedra que es Castilla y León: a una región artificial hay que inventarle el artificio del gentilicio correspondiente, lógicamente. Con lo fácil que sería simplemente llamarnos por nuestro nombre: Castellanos. Pero si yo soy de Palencia... ¿cómo voy a ser leonés? Y si yo fuera de León sería leonés, no castellano y leonés, manda narices y ni siquiera castellano-leonés, por mucho que se empeñe la docta casa que limpia, fija y da esplendor. ¿Por qué no dejan las cosas en su estado natural y dejan de buscarle los tres pies a Castilla?
Castilla y León, como Castilla la Mancha, La Rioja, Madrid y Cantabria, fue un invento político para intentar que Castilla, dividida en cinco autonomías-cuchara, de las que ni pinchan ni cortan, no pintara nada en la nueva España que se preparaba con la actual Constitución, buscando la manera de satisfacer así a las poderosas tropas, políticas y económicas, del nacionalismo periférico y con ello limitar sus pretensiones y su empuje, absurdo histórico que se ha demostrado como es: imposible de cumplir, ofrézcase lo que se ofrezca por un gobierno que hable catalán en la intimidad, o por otro que rocíe de millones y millones (de euros, por supuesto) aquellas autonomías privilegiadas desde que Franco fue Franco, autonomías plañideras y eternamente amenazantes que se han ido llenando de industrias, a veces arrancadas de esta tierra, para cuyo mantenimiento y funcionamiento se recurría a hombres y mujeres también arrancados de estas tierras.
Eso sí, ellas siempre son víctimas irredentas del imperialismo y del franquismo, con quien nos identifican permanentemente a pesar de ser ellos los grandes beneficiarios de ambas cosas.

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