De estas elecciones podemos aprender que el bipartidismo es imperfecto, que ambos grandes partidos están condenados a entenderse y que todos saldremos perdiendo mientras no lo hagan. Ninguno de los dos tiene posibilidades de repetir victorias por mayoría absoluta, el voto está tan repartido que es extremadamente difícil volver a lograr lo que en su momento consiguieron Felipe González o José María Aznar. Siempre habrá un partido nacionalista, regionalista o localista del que el resto de españoles vivirá pendiente, siempre habrá un Miguel Ángel Revilla que ponga sus condiciones de perdedor para sacar extraordinario rendimiento electoral al que fue su único diputado. Ad eternum. Rajoy ya está aprendiendo vasco para hablarlo en la intimidad cuando le convenga. Políticamente, quiero decir, cuando le convenga políticamente.
En las actuales condiciones siempre estará disponible un mínimo o no tan mínimo partido que con la mano extendida ofrezca sus dos o tres diputados imprescindibles para formar un gobierno del tipo que sea. Siempre habrá un grupo mayoritario dispuesto a tirar con pólvora ajena desembolsando el precio que se le pida, que alguien habrá que venga detrás y lo pague.
No nos quejemos, los españoles hemos elegido esta posibilidad, cierto que se nos ha conducido hábil y silenciosamente, pero también es verdad que hemos obedecido mansa, acomplejada y sumisamente a la voluntad inquebrantable de los grandes partidos: Es lo que buscaban, es lo que han encontrado y ésa será nuestra esclavitud permanente: el bipartidismo imperfecto del que siempre habrá alguien dispuesto a sacar ventaja, ofreciéndose a cambio de una bajada de impuestos, de la reforma ventajista de un estatuto aunque no interese ni a sus propios ciudadanos o de la presidencia de algún selecto y oculto organismo sin control.
No sé si la opción del partido anunciado por Fernando Savater terminará por cuajar y disputar las próximas contiendas electorales. Acaban de recibir un fuerte varapalo en el rostro de su partido hermano en Cataluña y esto hará que se lo piensen delicadamente. Parece, por otra parte, que los llamados disidentes del PSOE no lo son tanto, los hay que callan y esperan agazapados su oportunidad para cuando llegue el momento ser los primeros en recordar que ya decían ellos que el rey iba desnudo, y los hay que reconociendo en público esa real desnudez no dan el paso de comprometerse en la solución de aquello que consideran injusto.
Dado que ese deseado entendimiento nunca llegará, situación que se ha repetido históricamente en la política española sin alcanzar una solución, es cada vez más necesario que la bisagra sobre la que gire la composición de los gobiernos sea una bisagra que piense en toda España y no dependa de seis o siete diputados regionales que impongan su visión parcial y particular a toda la sociedad. España sólo será una sociedad equilibrada y homologada si todos los territorios que la componen lo son, algo a lo que varios de ellos no están dispuestos, aún llevando la contrario a su mansos.
En las actuales condiciones siempre estará disponible un mínimo o no tan mínimo partido que con la mano extendida ofrezca sus dos o tres diputados imprescindibles para formar un gobierno del tipo que sea. Siempre habrá un grupo mayoritario dispuesto a tirar con pólvora ajena desembolsando el precio que se le pida, que alguien habrá que venga detrás y lo pague.
No nos quejemos, los españoles hemos elegido esta posibilidad, cierto que se nos ha conducido hábil y silenciosamente, pero también es verdad que hemos obedecido mansa, acomplejada y sumisamente a la voluntad inquebrantable de los grandes partidos: Es lo que buscaban, es lo que han encontrado y ésa será nuestra esclavitud permanente: el bipartidismo imperfecto del que siempre habrá alguien dispuesto a sacar ventaja, ofreciéndose a cambio de una bajada de impuestos, de la reforma ventajista de un estatuto aunque no interese ni a sus propios ciudadanos o de la presidencia de algún selecto y oculto organismo sin control.
No sé si la opción del partido anunciado por Fernando Savater terminará por cuajar y disputar las próximas contiendas electorales. Acaban de recibir un fuerte varapalo en el rostro de su partido hermano en Cataluña y esto hará que se lo piensen delicadamente. Parece, por otra parte, que los llamados disidentes del PSOE no lo son tanto, los hay que callan y esperan agazapados su oportunidad para cuando llegue el momento ser los primeros en recordar que ya decían ellos que el rey iba desnudo, y los hay que reconociendo en público esa real desnudez no dan el paso de comprometerse en la solución de aquello que consideran injusto.
Dado que ese deseado entendimiento nunca llegará, situación que se ha repetido históricamente en la política española sin alcanzar una solución, es cada vez más necesario que la bisagra sobre la que gire la composición de los gobiernos sea una bisagra que piense en toda España y no dependa de seis o siete diputados regionales que impongan su visión parcial y particular a toda la sociedad. España sólo será una sociedad equilibrada y homologada si todos los territorios que la componen lo son, algo a lo que varios de ellos no están dispuestos, aún llevando la contrario a su mansos.
Electores, quiero decir.
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