Yo siempre he pensado que la gente de derechas tiene complejo por saberse de derechas. “Es malo, sería mejor ser de izquierdas, ¿pero qué voy a hacer yo si he salido de derechas...?” Me sospecho a media España repitiéndose semejante pregunta. Me imagino al español de derechas mirándose ante el espejo, preguntándose cómo podría hacer para salir progre, con lo de moda que está. Me lo fantaseo viéndose bajito y gordo, atrasado y vulgar, con pelos en la nariz y en las orejas, sintiéndose culpable de semejante pecado social.
Y perdonen, sólo estaba deformando una imagen como ocurre cuando alguien se ve en esos espejos cóncavos, quizá para ver exagerados y caricaturizados aquellos vicios y defectos que uno más teme. Ser de derechas no está de moda, aunque parece que media España ha superado el complejo. Al menos cuando puede ejercer amparado por el secreto de las urnas.
No me pregunten por qué, pero estoy convencido de ello y hace tiempo que lo vengo repitiendo en mis trabajos, ser de izquierdas se lleva, es más fácil y además tiene un crédito ético añadido que permite afirmar que aparentemente es más honesto ser de izquierdas, como si ser de derechas llevara acoplado un sambenito de estulticia y “mangancia”. El caso es que pocos españoles se definen como de derechas, a lo sumo de centro derecha, pregúntenle a Rajoy. O a Aznar. De centro derecha. Ya.
El caso es que ha tenido que triunfar Nicolas Sarkozy en Francia y a defender determinados valores éticos de siempre, de ésos que han acompañado el devenir social desde siempre para que algunos se vayan dando cuenta de que en el extranjero, y de momento sólo en el extranjero, se pude ser buen ciudadano y defender públicamente, sin avergonzarse y sin complejos que se es de derechas. A ver si hay suerte y se extiende la especie por toda la sociedad.
Para mí que la cosa viene de relacionar necesariamente derechas con Franco y su dictadura a través del PP, que mantiene estúpidamente vivo un cordón umbilical -¿acaso será cosa de Fraga, ministro del Régimen?- que lo relaciona con todo aquello, con lo fácil que sería mandar a freír churros tanta calle, tanta plaza y tanto monumento al dictador y a los “gloriosos caídos por Dios y por España”. Si uno se para a pensarlo en serio no me extraña que la gente del PP tienda a ocultar su militancia o su voto.
Pero Sarkozy puede mostrar sin duda el camino a seguir por el PP para salir sin complejos en defensa de esos valores sociales que las madres enseñaban a sus hijos al amor de la lumbre. Son valores que hablan del mérito, del esfuerzo, del valor del trabajo, del respeto, de la autoridad, del reconocimiento de que los inmigrantes son necesarios pero también suponen un enorme reto de adaptación e integración.
Lo de valorar públicamente el orgullo de ser español y la defensa de la bandera serán valores que costará más incorporar a una sociedad que todavía conserva en el inconsciente la machaconería ramplona del franquismo con esos temas que servían para ocultar las trampas más visibles del régimen que decía amar mucho a España, pero fusilaba, desterraba y encarcelaba a los españoles por el mero hecho de no pensar como el gran dictador gallego.
Quiérase o no el PSOE está haciendo una equiparación de los símbolos nacionales con el fascismo, algo que nadie se atrevería a hacer en ninguna otra parte de Europa, donde la bandera y el himno son valorados por todos como seña de identidad común, la misma razón por la que muchos la rechazan en... el Estado Español. Si el lector observa con atención las fotos de prensa y las imágenes de televisión podrá ver con facilidad a los más grandes dictadores de izquierdas, Castro, Chávez, envolverse en la respectiva bandera nacional. A Evo Morales, símbolo de cambio en la empobrecida Bolivia, nadie le acusaría de fascista por defender su bandera. A la guerrilla colombiana, tomen violencia ultraizquierdista, le encanta desfilar con una banda al pecho con los colores nacionales. Limitaciones que tiene la izquierda española.
Y conste que servidor es de extremo centro moderado reformador de fuerte carácter progresista en lo social que permite conservar los antiguos valores éticos de nuestros ancestros.
Y perdonen, sólo estaba deformando una imagen como ocurre cuando alguien se ve en esos espejos cóncavos, quizá para ver exagerados y caricaturizados aquellos vicios y defectos que uno más teme. Ser de derechas no está de moda, aunque parece que media España ha superado el complejo. Al menos cuando puede ejercer amparado por el secreto de las urnas.
No me pregunten por qué, pero estoy convencido de ello y hace tiempo que lo vengo repitiendo en mis trabajos, ser de izquierdas se lleva, es más fácil y además tiene un crédito ético añadido que permite afirmar que aparentemente es más honesto ser de izquierdas, como si ser de derechas llevara acoplado un sambenito de estulticia y “mangancia”. El caso es que pocos españoles se definen como de derechas, a lo sumo de centro derecha, pregúntenle a Rajoy. O a Aznar. De centro derecha. Ya.
El caso es que ha tenido que triunfar Nicolas Sarkozy en Francia y a defender determinados valores éticos de siempre, de ésos que han acompañado el devenir social desde siempre para que algunos se vayan dando cuenta de que en el extranjero, y de momento sólo en el extranjero, se pude ser buen ciudadano y defender públicamente, sin avergonzarse y sin complejos que se es de derechas. A ver si hay suerte y se extiende la especie por toda la sociedad.
Para mí que la cosa viene de relacionar necesariamente derechas con Franco y su dictadura a través del PP, que mantiene estúpidamente vivo un cordón umbilical -¿acaso será cosa de Fraga, ministro del Régimen?- que lo relaciona con todo aquello, con lo fácil que sería mandar a freír churros tanta calle, tanta plaza y tanto monumento al dictador y a los “gloriosos caídos por Dios y por España”. Si uno se para a pensarlo en serio no me extraña que la gente del PP tienda a ocultar su militancia o su voto.
Pero Sarkozy puede mostrar sin duda el camino a seguir por el PP para salir sin complejos en defensa de esos valores sociales que las madres enseñaban a sus hijos al amor de la lumbre. Son valores que hablan del mérito, del esfuerzo, del valor del trabajo, del respeto, de la autoridad, del reconocimiento de que los inmigrantes son necesarios pero también suponen un enorme reto de adaptación e integración.
Lo de valorar públicamente el orgullo de ser español y la defensa de la bandera serán valores que costará más incorporar a una sociedad que todavía conserva en el inconsciente la machaconería ramplona del franquismo con esos temas que servían para ocultar las trampas más visibles del régimen que decía amar mucho a España, pero fusilaba, desterraba y encarcelaba a los españoles por el mero hecho de no pensar como el gran dictador gallego.
Quiérase o no el PSOE está haciendo una equiparación de los símbolos nacionales con el fascismo, algo que nadie se atrevería a hacer en ninguna otra parte de Europa, donde la bandera y el himno son valorados por todos como seña de identidad común, la misma razón por la que muchos la rechazan en... el Estado Español. Si el lector observa con atención las fotos de prensa y las imágenes de televisión podrá ver con facilidad a los más grandes dictadores de izquierdas, Castro, Chávez, envolverse en la respectiva bandera nacional. A Evo Morales, símbolo de cambio en la empobrecida Bolivia, nadie le acusaría de fascista por defender su bandera. A la guerrilla colombiana, tomen violencia ultraizquierdista, le encanta desfilar con una banda al pecho con los colores nacionales. Limitaciones que tiene la izquierda española.
Y conste que servidor es de extremo centro moderado reformador de fuerte carácter progresista en lo social que permite conservar los antiguos valores éticos de nuestros ancestros.
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