Quiero que sepas que esto que lees más que un artículo es un desahogo. Una fuerza superior a mi voluntad me obliga a desembuchar sentimientos quizá demasiado crueles para tu sensible manera de ser, llena de cordura, cultura y galanura. Llevo un par de noches descansando mal, dando vueltas en la cama y durmiendo luego con pesadillas. Me han dicho que vuelves a la televisión, que con tu presencia intentas de nuevo contribuir a hacer de éste un mundo mejor, donde la gente que presencie tu..., tu..., tu espectáculo (supongo que se le podrá llamar así) olvide sus penas, su hipoteca y los fracasos de su vida.
Sospecho que Miguel Sebastián será uno de tus más fervientes seguidores, entre darse a la bebida o inyectarse en vena un video de tu... (¿habíamos dicho “espectáculo”?), ... está claro que lo tuyo es mucho más drástico para olvidar malos ratos pasados. Como además se hace en la intimidad del hogar no cunde el mal ejemplo, que maldita la falta que hace. Lo malo es que como mata más lentamente no vale para suicidio y la crueldad es mayor, claro. Hay tragos amargos de la vida que no se pasan si no es con droga dura, de ésa que deja inconsciente el ánima e insensible la mollera más consistente. Algo así, imagino, como escuchar una hora seguida de chistes de Chiquito de la Calzada.
Quiero confiarte mi admiración secreta, hace falta ser como tú eres para aguantarte a ti mismo. Nadie más que tú podría ser como tú, nadie más que tú podría llegar tan lejos como tú, nadie más que tú podría hablar como tú, con esa taquifonía de niño pijo disfrazado de progre, con esa imposible vocalización de quien no considera decente articular las palabras como el resto mortales, con esos gestos acelerados casi incompatibles con la calidad de ser humano.
También admiro esa capacidad tuya para la obscena desvergüenza, para olvidarte de tu propia imagen y de la opinión que toda persona de bien, decente y culta saca de ti después de contemplarte medio minuto y la mitad de otro. En definitiva tú vas directamente y sin engaños ni tapujos a lo que vas, a demostrar que en este mundo no hace falta ser hábil, culto, trabajador, arriesgado, inteligente ni esforzado para sacar un montón de pasta. Estás contribuyendo, me repito, a hacer un mundo más sincero, demostrando que en España lo que nos importa es salir en la tele a costa de lo que sea, hacerse famoso a costa de lo que sea y cobrar una pasta gansa a costa de lo que sea.
A eso se llama tener las cosas claras y centrarte en lo que te importa, el dinero, la holganza y esa España agilipollada que no te tiene más que a ti para ahogar sus amarguras, sus decepciones y reírse cruel e inconscientemente de su propia imagen, de sus propias limitaciones y de su inconsistencia que le acercan, en un viaje boomerang, al primate que una vez fue.
Eres el perfecto símbolo actual de una España casposa y zarrapastrosa, pero estúpidamente generosa con un gigoló de jeta dura que tiene peor catadura que una falsa pintura.
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