Soy de los convencidos de que Dios pensó en el verano para que pudiéramos escapar de la presión de la sociedad, para huir de las masas, de los gentíos, de la superpoblación, de la ciudad, asfalto, cemento y neón. Dios quiso que al menos de vez en cuando pudiéramos disfrutar de grandes espacios abiertos, de la Naturaleza que había puesto a nuestra disposición. Por eso creó el campo, llanura, montaña y mar. Libres y a nuestra disposición.
Pero en esto llegó el Hombre y descubrió el Mediterráneo, fundó colonias como Benidorm, Marbella y Torremolinos. Y levantó hoteles, restaurantes, apartamentos, discotecas y chiringuitos de pésimo gusto donde se volvieran a reunir los mismos que antes se reunían en hoteles, restaurantes, apartamentos, discotecas y chiringuitos de pésimo gusto en la ciudad. Y cuando ya no quedaba sitio empezaron a talar bosques en la meseta de Castilla y a levantar hoteles, restaurantes, apartamentos, discotecas y chiringuitos de pésimo gusto en Gredos y otras sierras del interior.
Algunos veíamos que íbamos a una situación insostenible, pero no nos hacían caso, nos llamaban catastrofistas y nos limitábamos a encogernos de hombros, quizá porque ni vivíamos ni veraneábamos en ninguno de esos sitios. Pero poco tiempo después empezaron a levantar nuevas colonias en la costa cantábrica con los mismos hoteles, restaurantes, apartamentos, discotecas y chiringuitos de pésimo gusto. Pero tampoco veraneábamos allí. Que les den, decíamos escépticos y atemorizados.
Pero entonces empezaron a construir detrás de la costa cantábrica. Y surgieron chalés como setas que poblaron los parajes más bellos del Valle de Cabuérniga, por ejemplo. Y nos tuvimos que ir de allí, dejar los maltratados prados de Ruente donde las vacas y sus esquilas fueron sustituidos por ladrillo y cemento y buscar otros lugares donde el clima fuese benigno, la Naturaleza ocupase el espacio que le correspondía en justicia y el frescor del verde lo llenara todo.
Y apareció el Valle Oscuro donde la sensatez todavía reinaba y pudimos volver a empezar. Allí las montañas y el verde parecían todavía intactos. O casi intactos. Mientras tanto las masas de veraneantes obtusos e ignaros seguían prefiriendo Calpe a Tresgrandas, Oropesa a Santa Eulalia y Santa Pola a La Borbolla. Y la locura de un paseo marítimo a la serenidad de un paseo por el río Cabra. Bien por ellos, allá ellos. Y en La Borbolla, en medio del silencio, la quietud, el frescor, la Naturaleza, la sencillez y la vida de siempre apareció también ese refugio donde Juan Antonio y Aurora, urbanitas convencidos del profundo valor del campo, cuidan con esmero a quienes conocemos el secreto del descanso y la buena vida.
Pero la amenaza continua, se anuncian nuevas construcciones por doquier, nuevos desmontes se están tramitando, nuevas grúas se están levantando. El error es persistente, el ladrillo quiere imponer su ley y para eso cuentan con aliados, quizá los mismos aliados que ya permitieron en el reciente pasado que se destruyeran otros lugares de la costa de Llanes, qué poco va quedando. La especulación urbanística amenaza la sierra del Cuera, volverán los oscuros maletines a comprar voluntades como ya lo han hecho en otros lugares y varios millones de casas se construirán en un abrir y cerrar de ojos. Hay muchos rincones del concejo llanisco que han seguido el irreflexivo camino de la autodestrucción con el estúpido consentimiento de sus munícipes. Le empieza a tocar al Valle Oscuro, por qué se iba a librar un lugar tan bello. ¿El posible siguiente paso?: Próxima construcción de 200.000 chalés adosados... con increíbles vistas a la pared de enfrente. Al tiempo.
Valle Oscuro, lo nuestro fue bello mientras duró.
Pero en esto llegó el Hombre y descubrió el Mediterráneo, fundó colonias como Benidorm, Marbella y Torremolinos. Y levantó hoteles, restaurantes, apartamentos, discotecas y chiringuitos de pésimo gusto donde se volvieran a reunir los mismos que antes se reunían en hoteles, restaurantes, apartamentos, discotecas y chiringuitos de pésimo gusto en la ciudad. Y cuando ya no quedaba sitio empezaron a talar bosques en la meseta de Castilla y a levantar hoteles, restaurantes, apartamentos, discotecas y chiringuitos de pésimo gusto en Gredos y otras sierras del interior.
Algunos veíamos que íbamos a una situación insostenible, pero no nos hacían caso, nos llamaban catastrofistas y nos limitábamos a encogernos de hombros, quizá porque ni vivíamos ni veraneábamos en ninguno de esos sitios. Pero poco tiempo después empezaron a levantar nuevas colonias en la costa cantábrica con los mismos hoteles, restaurantes, apartamentos, discotecas y chiringuitos de pésimo gusto. Pero tampoco veraneábamos allí. Que les den, decíamos escépticos y atemorizados.
Pero entonces empezaron a construir detrás de la costa cantábrica. Y surgieron chalés como setas que poblaron los parajes más bellos del Valle de Cabuérniga, por ejemplo. Y nos tuvimos que ir de allí, dejar los maltratados prados de Ruente donde las vacas y sus esquilas fueron sustituidos por ladrillo y cemento y buscar otros lugares donde el clima fuese benigno, la Naturaleza ocupase el espacio que le correspondía en justicia y el frescor del verde lo llenara todo.
Y apareció el Valle Oscuro donde la sensatez todavía reinaba y pudimos volver a empezar. Allí las montañas y el verde parecían todavía intactos. O casi intactos. Mientras tanto las masas de veraneantes obtusos e ignaros seguían prefiriendo Calpe a Tresgrandas, Oropesa a Santa Eulalia y Santa Pola a La Borbolla. Y la locura de un paseo marítimo a la serenidad de un paseo por el río Cabra. Bien por ellos, allá ellos. Y en La Borbolla, en medio del silencio, la quietud, el frescor, la Naturaleza, la sencillez y la vida de siempre apareció también ese refugio donde Juan Antonio y Aurora, urbanitas convencidos del profundo valor del campo, cuidan con esmero a quienes conocemos el secreto del descanso y la buena vida.
Pero la amenaza continua, se anuncian nuevas construcciones por doquier, nuevos desmontes se están tramitando, nuevas grúas se están levantando. El error es persistente, el ladrillo quiere imponer su ley y para eso cuentan con aliados, quizá los mismos aliados que ya permitieron en el reciente pasado que se destruyeran otros lugares de la costa de Llanes, qué poco va quedando. La especulación urbanística amenaza la sierra del Cuera, volverán los oscuros maletines a comprar voluntades como ya lo han hecho en otros lugares y varios millones de casas se construirán en un abrir y cerrar de ojos. Hay muchos rincones del concejo llanisco que han seguido el irreflexivo camino de la autodestrucción con el estúpido consentimiento de sus munícipes. Le empieza a tocar al Valle Oscuro, por qué se iba a librar un lugar tan bello. ¿El posible siguiente paso?: Próxima construcción de 200.000 chalés adosados... con increíbles vistas a la pared de enfrente. Al tiempo.
Valle Oscuro, lo nuestro fue bello mientras duró.
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