Palencia es una emoción:

13 agosto 2007

España, agítese antes de usarse

Sin darse cuenta uno se va de vacaciones como el avestruz mete la cabeza debajo del ala. Si no lo veo no existe. España y sus problemas, quiero decir. Unos días en el extranjero (¿Por qué me suena mal al decirlo?), viendo otras ruinas, otras costumbres, otros soles y escuchando otros caos, otros idiomas y otras lamentaciones con la esperanza de que al volver lo de España se haya arreglado.

Sorprende que después de pasar una temporada lejos de los problemas de España éstos no hayan desaparecido, se hayan volatilizado o simplemente se hayan disuelto en el éter. Sorprende que faltes tantos días de tu casa y los problemas se hayan conservado no sé si en formol o en el congelador. Sea como sea nada se ha resuelto, siguen las mismas tristes historias y siguen los mismos problemas. Uno aterriza y todo se vuelve del color “panza de burro” de la contaminación. Se acabó la vida en colores, se acabó la cabeza serena y se vuelve a la misma argumentación de todos los días. Es lo que tiene ser español. Nada cambia bajo el sol, España sólo hay una y, papá, ven en tren que no tiene radares.

Llego a España y aún colea esa interminable historia de Navarra, sigue el PSOE desangrándose, desgarrándose y desbravándose. Como ha sucedido siempre Zapatero ha impuesto su criterio a su partido, sólo que ahora no se están callando y se le han rebelado unos cuantos. Bueno, no ha sido más que un leve movimiento de resistencia que se agotó en sí mismo. Esto de que el líder reinante imponga sus criterios a los órganos, organillos, miembros y miembrillos del partido es algo antiguo y ha sucedido también en el PP desde que el mundo es mundo, quiero aclararlo por si lo anterior suena a crítica propepera, que a uno los socialistas lo catalogan enseguida: “Si no está conmigo es del PP”. En España es otra de las costumbres, que si no eres del PP tienes que ser necesariamente del PSOE. Y contundentemente viceversa, claro.

Estaba en que Zapatero se había cepillado a quienes le molestaban en Navarra. Que es lo mismo que había hecho anteriormente con algunos otros miembros protestantes de su partido, a los que como mal menor les ponía un embajada en el Vaticano. Sólo que ahora los que le molestaban ahora eran del perfil contrario. Un partido es un hombre, un partido es un apellido, un partido es un caballero andante solitario y dominador, aunque a lo peor lleva escudero. Don Quijote y Sancho. Zapatero y Blanco. Y lo llaman democracia interna, vaya mierda.

Vuelvo a España después de unos días de vertiginosa ausencia y me encuentro que nada ha cambiado salvo que Xirinacs ha decidido quitarse del medio, lo que es no cambiar nada, Xirinacs era un antiguo, ya no era nadie y menos colgando de un árbol. Vaya empanada mental la de este paisano, atreverse a reivindicar la catalanidad del sur de Italia y elegir el suicidio para hacerlo. A veces en esta espesa, intolerante, pesada, abrumante España los extremos se tocan y la flojera mental de este excura extremista me recuerda sobremanera a esos cien mil islamistas que se han juntado en no sé que estadio (precisamente en un estadio, en un lugar de ocio, convivencia y occidentalidad) para reivindicar un Califato islámico desde Indonesia a España.

O será el síndrome posvacacional, no sé.

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