Palencia es una emoción:

15 octubre 2007

Un partido que se parezca a Castilla.

El Estado de las autonomías es un Estado dinámico que no ha dejado de cambiar desde que se aprobó la actual Constitución. La imperiosa necesidad de los dos grandes partidos de ser apoyados por otros partidos menores nos ha sumergido en una dinámica que favoreciendo a esos pequeños partidos nos impulsa hacia un Estado confederal.

Los ciudadanos, castellanos, andaluces o extremeños, no tienen nada que temer del confederalismo, como no tendrían que temer del Estado autonómico o del federalismo, pero la actual deriva de las relaciones de las autonomías entre sí y con el Estado como tal conduce directamente a una situación de profunda injusticia para aquellas autonomías que carecen de uno de esos partidos que alquilan sus diputados para sostener al Gobierno. Dicho de otra forma, España camina directamente a un Estado de injusticia y discriminación, no por la organización de la que se dote, sino por las presiones eficaces, interminables e inteligentemente explotadas a las que los partidos nacionalistas someten a los diferentes gobiernos que los necesitan.

Por eso en Castilla se necesita urgentemente un partido que pueda influir tanto como los demás en la configuración de los Gobiernos de España. Todo lo que no sea eso es dejar las cosas como están, es quedarse al margen del devenir del Estado, no formar parte de los que deciden el reparto de la riqueza y el bienestar de los ciudadanos. Todo lo que no sea eso es ser un cero a la izquierda en política española, carecer de la más mínima influencia en economía, ser absolutamente prescindible en la cultura, no existir en lo relativo a planificación industrial y por lo tanto pasar a ser un estúpido comparsa que ni pincha ni corta en la próxima Historia de España. Si esta depredadora España perdura.

Definitivamente los castellanos actuales parecen conformarse con las migajas de un Estado que, tanto dirigido desde la derecha como desde la izquierda, prescinde definitivamente de ellos y parece sostenerse sólo con intereses ajenos a Castilla. Dado que con manifiesta terquedad se manifiestan “españoles ante todo” y “más españoles que nadie”, dado que dirigen sus votos obstinadamente a PP y PSOE, partidos que “esterilizan la sociedad castellana”, volviendo la espalda a las diferentes opciones castellanistas que se les ofrecen cabe pensar que un loco afán suicida les lleva directamente al precipicio. Y todo parece indicar en la situación política actual que esta bipolarización del votante puede seguir así mucho tiempo sin que nadie lo remedie. ¿O algunos ciudadanos quisieran encontrar otras opciones de voto y no las encuentran?

En los resultados de un partido político son muchos y muy complejos los factores que influyen: la imagen del líder, el dinero del que se dispone, sus estrategias parlamentarias, la campaña electoral, la perspectiva que los votantes tengan de los posibles resultados de ese partido y otros detalles, muchos de los cuales yo desconozco, y que empiezan por la proximidad de cualquier ideología con el pueblo al que aspira a representar y defender.

Yo creo que los votantes castellanos no han encontrado todavía, tal vez porque nadie se la ha ofrecido, una ideología suficientemente cercana a su forma de pensar, nadie ha puesto a su disposición el partido que haga compatible la defensa de una ideología castellanista con la existencia de una España que ellos estiman como un bien superior. Cualquier mensaje que ponga en entredicho el futuro de España, o que simplemente arroje una liviana nube sobre su pervivencia, es sistemáticamente desoído y los castellanos siguen su cómoda rutina de política bipolar. Con frecuencia a los castellanos se les ha ofrecido mucha empatía con partidos nacionalistas catalanes o vascos que los ciudadanos de Palencia, Valladolid, Soria o Guadalajara perciben como rivales, no como socios. Hasta el punto de que recientemente medios de comunicación, llevados supongo por la comodidad y la rutina, han atribuido manifestaciones de independentistas catalanes en Madrid a partidos castellanistas que éstos juran y perjuran desconocer. Quizá la presencia de un solo pendón castellano en esas manifestaciones independentistas parece tan exótica que resulta imposible llamar más la atención de una cámara de televisión, causando así un estúpido e innecesario daño ante los posibles votantes.

Ser conocido en una pequeña capital de provincia me facilita percibir que hay muchos castellanos que están deseando poder votar a partidos que los defiendan sin poner en tela de juicio la existencia de una España de la que se sienten directamente responsables y creadores. Con alguna frecuencia soy abordado por ciudadanos desconocidos que me preguntan por éstos y otros temas. Últimamente, al hilo de la actual situación política, sucede con mayor frecuencia. Las inquietudes acostumbran a empezar por “esto que está pasando”, léase referéndum de Ibarretxe, quema de retratos del Rey y expulsión de castellano parlantes de los medios públicos de Cataluña, que se interpreta como ataque a España, primera preocupación de quienes me interpelan, y menosprecio a los demás ciudadanos, lo que con cierta asiduidad lleva a concluir con un “Si el que no llora no mama, ¿y nosotros qué?”

Sin embargo no parece existir en Castilla un partido que recoja esta dualidad de preocupaciones de los ciudadanos, cuando les nombras a alguno de los partidos existentes que defiende a Castilla la conversación suele llegar a un “Si son como ellos”. Y eso si ha habido suerte y mi interlocutor ha oído hablar de los partidos castellanistas (¡Ay, el dinero, una vez más!). No obstante cuando circunstancialmente uno tiene tiempo de explicar cómo los diferentes gobiernos de España, desde González y Aznar a Zapatero, han tratado a los castellanos las conversaciones se apuran con un “si tuviéramos nosotros un partido”. El castellano está deseando encontrar a alguien que le defienda de los gobiernos y de los nacionalistas, pero nunca de España. ¿Culpables de la situación de Castilla? Los gobiernos de España y los nacionalistas, pero nunca España, y eso que uno, que se considera español como ya habrá quedado claro, ha invertido tiempo, esfuerzo y cafés con leche a más de 80 céntimos en hablar del trato que la Historia, De Carlos I a Franco, ha dado a los castellanos, para lo que se necesita un tiempo, un interés y una disposición que mi interlocutor casi nunca tiene.

De esta forma el ciudadano que lamenta la situación a la que la política de pactos de PP y PSOE con los nacionalistas nos está llevando termina quedándose sin más opción que volver a votar al PP o al PSOE, con lo que se cierra este depravado círculo vicioso en que se ha convertido el futuro de una de las tierras más antiguas y nobles de España. Ciudadanos que están deseando votar “otras cosas” no encuentran ese objeto de deseo, quizá porque de cara al próximo reto, olvidándonos de momento de las elecciones generales, el de las autonómicas de 2011, no encuentran un discurso que se adapte a esta realidad en la que ellos viven.

Los desafíos que debe afrontar un partido político para llegar a los parlamentos son múltiples y variados, vencer en alguno de ellos no supone necesariamente la panacea, ha de ser un conjunto múltiple de circunstancias, empezando desde luego por las facetas económica y publicitaria que le permitan ser conocido entre su posible “clientela”, las que le lleven a lograr sus objetivos. Pero una de esas circunstancias debe ser necesaria e imperiosamente adaptarse al pueblo al que ama y quiere defender, adaptarse a su realidad y partir de ella poder cambiarla. Partir de una sociedad idealizada, que no existe en la realidad cotidiana, y lanzarle un discurso programático no menos idealizado, sólo lleva al desengaño. Constantemente.

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