Después de miles de años de Historia, después de decenas de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones, después de dictaduras y dictablandas, después de una inacabable ristra de ministros de Educación (Popular. Y Ciencia. Y Cultura) resulta que nos convocan elecciones y elegimos a Chikilicuatre. Mierda de país, mierda de España, mierda de sociedad, mierda de cultura popular. No me voy a Suiza porque el gasoil está más caro que la gasolina, maldito diésel.
Dado que vivimos en un país-régimen que elige popularmente a un representante como el que hemos elegido yo me pido la baja. Que me desnaturalicen, “apostato” de España ahora que cuatro simples van a poner de moda esto de la apostasía. En nuestro país-régimen todo está atado y tan atado que si levantas tu voz defendiendo teorías contrarias a lo políticamente correcto van y te montan “Escenas de matrimonio” contigo de sufrido protagonista. Y te lo ponen todas las noches por televisión en medio de los aplausos de una sociedad ignorante, cabreante y humillante. Qué retrato de la sociedad española. Sociedad agónica. Sociedad atónica. Catatónica.
¿Cómo se puede convivir esperanzadamente en una sociedad tan rastrera, tan sucia, tan baja, tan incivilizada que consagra como ídolos a modelos sociales tan depauperados como éstos? Y además sin tetas no hay paraíso. ¿Y si son más grandes, el paraíso también será más grande? Viva la silicona. Somos un país de silicona, todas las mañanas nos levantamos para sacar adelante un país de silicona en el que el éxito viene de las manos de lo ordinario, de lo vulgar, de la chabacanería más miserable. Y contra eso nadie ha prometido un cheque gubernamental.
Intento consolarme pensando que también somos la España que levantó edificios milenarios que cuentan en piedra nuestra Historia, que entre nosotros escribieron Góngora, Cervantes o Quevedo, que Goya, Velázquez o Picasso no fueron fruto de la casualidad, que Machado, Alberti o Miguel Delibes dejaron huella al menos en una generación. Pero al final vuelve a mí la imagen del personaje que hemos elegido popularmente para representarnos y me dan ganas de sacarme el pasaporte y hacer lo de Roldán pero con la seguridad de que nadie va a ir a buscarme. Pa qué.
Que empiecen los lectores a revolverse incómodos en su silla y a echar pestes contra mí, pero me da grima vivir y callar en la España de Zerolo y sus orgasmos políticos (dime de lo que presumes…), de PRISA, de Martínez Pujalte, su bigote y su sonrisa diabólica; estoy harto de ser compatriota de Pedro J. Jiménez Losantos, sus iras, sus voces y sus prédicas. Me molesta, me ofende y me enciende que Rodolfo Chikilicuatre represente a la televisión de mis impuestos en Eurovisión, por muy bochornoso que sea el festival de Eurovisión. Y encima que haya sido elegido por voluntad popular, más bajo no podía caer la voluntad popular. Me deshonra profundamente que ésta sea la ¿cultura? con que la gente que me rodea quiera ser reconocida internacionalmente.
Qué puedo decirles de un país que se niega a sí mismo, que no admite en su Parlamento más que dos españas, qué puedo llorarles de una España que te exige necesariamente ser de Rajoy o Zapatero, del Real Madrid o del Barcelona, sin pensar que puedes ser del equipo de tu pueblo, con lo bonito que es ser de tu pueblo. ¿Cómo trasmitirles todo mi dolor por una España que carece de una escala de valores en la que no entren el fútbol y el dinero? Y las paradisíacas tetas.
Hoy me pillan ustedes mal, muy mal, escribo porque es segura forma de huir de una España chikilicuatrera, ruin y cateta. Si escribo me evado, pero me niego a seguir escribiendo para una España hinchada de silicona.
La familia no recibe, me voy a Suiza.
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