Dice Montserrat Nebrera que Aznar es el jarrón chino del PP… A veces, los objetos valiosos son un estorbo y lo mejor es ponerlos donde no entorpezcan la vida cotidiana. Vivir en una casa museo, llena de cuadros valiosos, lámparas antiguas y jarrones chinos es muy difícil, estorban y se te cruzan en cualquier lugar. En cualquier momento.
Aznar ya hizo perder unas elecciones al PP. Dos. Y además sigue opinando en su mal inglés por esa boquita que Dios le ha dado, que si las últimas declaraciones tan festivas y jocosas sobre Irak llega a hacerlas una semanita antes le da la mayoría absoluta a Zapacejas. Sigue sin aceptar que es el pasado, sigue sin aceptar el papel institucional de vieja gloria que le corresponde.
Las casas actuales, modernas y llenas de vida no tienen jarrones chinos. Que llegas a casa con un paquete de churros después de media hora de pasar frío en la churrería del parque y cuando vas a ponerlos en la mesa para desayunar resulta que no puedes porque está allí el jarrón chino. O te pones a jugar con tus hijos y el primer balonazo va al jarrón chino.
Los jarrones chinos son incompatibles con la vida moderna. Suelen ser un regalo de la difunta tía Eduvigis, la pobre, y lo procedente es colocarlos donde no estorben. Hombre, tampoco digo que haya que llevarlos al punto limpio, no, que no dejan de ser un preciado recuerdo de épocas más gloriosas, pero podría bastar con subirlos a la dichosa buhardilla, allí donde nadie sube en muchos años. También cabe la posibilidad de regalarlos a algún pariente lejano… pero en este caso… ¿quién aceptaría semejante regalo? A la semana siguiente llegaría el cartero a devolver el paquete a su remitente.
Aznar ya hizo perder unas elecciones al PP. Dos. Y además sigue opinando en su mal inglés por esa boquita que Dios le ha dado, que si las últimas declaraciones tan festivas y jocosas sobre Irak llega a hacerlas una semanita antes le da la mayoría absoluta a Zapacejas. Sigue sin aceptar que es el pasado, sigue sin aceptar el papel institucional de vieja gloria que le corresponde.
Las casas actuales, modernas y llenas de vida no tienen jarrones chinos. Que llegas a casa con un paquete de churros después de media hora de pasar frío en la churrería del parque y cuando vas a ponerlos en la mesa para desayunar resulta que no puedes porque está allí el jarrón chino. O te pones a jugar con tus hijos y el primer balonazo va al jarrón chino.
Los jarrones chinos son incompatibles con la vida moderna. Suelen ser un regalo de la difunta tía Eduvigis, la pobre, y lo procedente es colocarlos donde no estorben. Hombre, tampoco digo que haya que llevarlos al punto limpio, no, que no dejan de ser un preciado recuerdo de épocas más gloriosas, pero podría bastar con subirlos a la dichosa buhardilla, allí donde nadie sube en muchos años. También cabe la posibilidad de regalarlos a algún pariente lejano… pero en este caso… ¿quién aceptaría semejante regalo? A la semana siguiente llegaría el cartero a devolver el paquete a su remitente.
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