A veces resulta tan fácil ser demócrata que no tiene mérito, millones de personas se atribuyen esa cualidad sin más pruebas que su palabra y sin más esfuerzo que depositar una papeleta en una urna cada cuatro años. Para demócratas, los de antes. Contra Franco se era más demócrata.
Lo fácil es ser demócrata en una democracia. Lo jodío es salirse del carril marcado, del camino trillado, ser un político políticamente incorrecto. Rosa Díez, por ejemplo. Sólo tenía que seguir diciendo “Sí, Zapa” y seguiría llevando esa buena vida que llevan quienes encajan a la perfección en los engranajes de los partidos políticos. Guerra ya lo dijo: “El que se mueva no sale en la foto”. Pero no, el caso es que no, que la democracia de pulsar el botón que dice “sí” al amo no debe ser para ella y decidió empezar de cero. Otra vez. Con lo que cuesta empezar de cero y encima remar contra la corriente, contra la marea, contra el tsunami socialista. Que había sido su propia casa.
A Rosa Díez hace tiempo los fascistas le habían reventado un acto, amenazándola y boicoteándola. Bueno, simplemente lo intentaron. Pero no importaba, eran marginales, fascistas de izquierdas y por ello no contaban para la sociedad. No llegaban a ser ni demócratas-basura, ese estercolero donde habitan los despojos políticos que una vez fueron seres humanos conscientes y dignos.
Pero ahora ha sido el decanato de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Sevilla el que ha impedido la celebración de una conferencia de otro miembro de su partido, el escritor Fernando Iwasaki, con el argumento del temor a que llegaran a suceder disturbios semejantes a los que ocurrieron en Madrid con la presencia de la propia Rosa Díez. Dicho de otra forma, como van a venir los malos a montar un folloncete a los buenos pues suprimimos a los buenos y se acabó el problema; como van a venir los fascistas impedimos que hablen los demócratas. Vamos que, en resumidas cuentas, el decanato le hace la tarea sucia a los intransigentes e intolerantes antidemócratas, colabora con ellos en el boicot a la libertad de expresión, y cercena la democracia, que viva el decanato, coño.
En este caso sí son demócratas basura, gentuza prestigiosa, bajo el marchamo de intelectual, que ha llegado a cierta altura social y acomoda su vida a lo que sea para no perder las prebendas, que inclina la cerviz ante los dictadorzuelos para escarnio de los valores democráticos, para burla de la libertad de expresión, para mortificación de las ideas. Y se dicen demócratas.
Demócratas basura.
Lo fácil es ser demócrata en una democracia. Lo jodío es salirse del carril marcado, del camino trillado, ser un político políticamente incorrecto. Rosa Díez, por ejemplo. Sólo tenía que seguir diciendo “Sí, Zapa” y seguiría llevando esa buena vida que llevan quienes encajan a la perfección en los engranajes de los partidos políticos. Guerra ya lo dijo: “El que se mueva no sale en la foto”. Pero no, el caso es que no, que la democracia de pulsar el botón que dice “sí” al amo no debe ser para ella y decidió empezar de cero. Otra vez. Con lo que cuesta empezar de cero y encima remar contra la corriente, contra la marea, contra el tsunami socialista. Que había sido su propia casa.
A Rosa Díez hace tiempo los fascistas le habían reventado un acto, amenazándola y boicoteándola. Bueno, simplemente lo intentaron. Pero no importaba, eran marginales, fascistas de izquierdas y por ello no contaban para la sociedad. No llegaban a ser ni demócratas-basura, ese estercolero donde habitan los despojos políticos que una vez fueron seres humanos conscientes y dignos.
Pero ahora ha sido el decanato de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Sevilla el que ha impedido la celebración de una conferencia de otro miembro de su partido, el escritor Fernando Iwasaki, con el argumento del temor a que llegaran a suceder disturbios semejantes a los que ocurrieron en Madrid con la presencia de la propia Rosa Díez. Dicho de otra forma, como van a venir los malos a montar un folloncete a los buenos pues suprimimos a los buenos y se acabó el problema; como van a venir los fascistas impedimos que hablen los demócratas. Vamos que, en resumidas cuentas, el decanato le hace la tarea sucia a los intransigentes e intolerantes antidemócratas, colabora con ellos en el boicot a la libertad de expresión, y cercena la democracia, que viva el decanato, coño.
En este caso sí son demócratas basura, gentuza prestigiosa, bajo el marchamo de intelectual, que ha llegado a cierta altura social y acomoda su vida a lo que sea para no perder las prebendas, que inclina la cerviz ante los dictadorzuelos para escarnio de los valores democráticos, para burla de la libertad de expresión, para mortificación de las ideas. Y se dicen demócratas.
Demócratas basura.
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