Cuando los pueblos sufren una gran crisis social pueden trastornarse y elegir a cualquiera para que rija sus destinos. Venezuela es un claro ejemplo. Arrojada a una grave crisis institucional por sus pésimos gobiernos democráticos ha acabado en manos de Demagogo Chávez. Y antes de seguir más adelante permítanme afirmar que para que un gobierno sea puramente demócrata no basta haber sido elegido en las urnas. Las urnas dan ciertamente legitimidad, pero el marchamo de “demócrata” sólo deben tenerlo aquellos gobiernos que gobiernan para el bienestar del pueblo, no para su ruina, por mucho que pertenezcan a la internacional socialdemócrata o cristianodemócrata.
Pues eso que decía más arriba, que Venezuela inmersa en una grave crisis institucional ha acabado en manos de Chávez. ¿No querían crisis? Pues tomen dos tazas. Chávez & Chávez, conflictos por doquier. Es imposible encontrar un presidente más iluminado que Chávez en un continente donde en cada generación nacen cien salvadores de las respectivas patrias, desde Castro en Cuba, “Papa Doc” Duvalier en Haití o Manuel Noriega en Panamá, a los conocidos genocidas argentinos o chilenos.
Estos iluminados salvapatrias se caracterizan por la alegría con la que sumergen a sus países en conflictos mucho más graves que los que previamente tenían. Viéndolos y oyéndolos se aprecia el alto concepto que tienen de sí mismos, jamás se equivocan en su alta misión ni aceptan consejo o ayuda de los demás. En ocasiones como Argentina o Venezuela el halo mesiánico del que se rodean les impulsa a buscarse enemigos entre aquellos que tienen a su alrededor sin tomar nota de la dificultad de la empresa que acometen ni los sacrificios que van a exigir a sus ciudadanos. Se sienten depositarios de un designio divino que les impide ver la tragedia a la que empujan a sus países en nombre de…, en nombre de… ¿En nombre de qué?
En sus delirios de grandeza Chávez imagina ser el superjusticiero de su propia película, destinado a extender su “pax romana” por toda Sudamérica. Cree reunir en uno las cualidades de Robin Hood, Superman y el Capitán Trueno para imponer por todo el continente, por cataplines evidentemente, su peculiar sentido de la justicia. Tristemente el tiempo mostrará que no pasa de ser un infortunado Don Quijote humillado y derrotado entre barrotes, siendo el escarnio del populacho, pero para entonces su país puede haber sido arrasado por una guerra con algún enemigo exterior inventado o en manos de los militarotes que por toda la región andan a la busca de una excusa para hacer de las suyas. De democracia a demagogia y tiro porque me toca.
El caballero de la triste figura venezolana lleva mucho tiempo amenazando, insultando y provocando a su alrededor. Cada semana encuentra un enemigo nuevo. Recuerda al infeliz adolescente cojonero capaz de romper el carísimo jarrón chino de la tía Eduvigis con tal de atraer la atención de sus padres. Sólo que el jarrón de la tía es una democracia tradicional, con casi un millón de km2 y 28 millones de habitantes que sienten y padecen, que se levantan todas las mañanas a trabajar y progresar y que quisieran vivir en paz y no en guerra contra un país hermano.
Conste que los españoles nos hemos librado de él porque una guerra contra nosotros, con todo el océano por el medio, tiene que salirle muy cara.
Pues eso que decía más arriba, que Venezuela inmersa en una grave crisis institucional ha acabado en manos de Chávez. ¿No querían crisis? Pues tomen dos tazas. Chávez & Chávez, conflictos por doquier. Es imposible encontrar un presidente más iluminado que Chávez en un continente donde en cada generación nacen cien salvadores de las respectivas patrias, desde Castro en Cuba, “Papa Doc” Duvalier en Haití o Manuel Noriega en Panamá, a los conocidos genocidas argentinos o chilenos.
Estos iluminados salvapatrias se caracterizan por la alegría con la que sumergen a sus países en conflictos mucho más graves que los que previamente tenían. Viéndolos y oyéndolos se aprecia el alto concepto que tienen de sí mismos, jamás se equivocan en su alta misión ni aceptan consejo o ayuda de los demás. En ocasiones como Argentina o Venezuela el halo mesiánico del que se rodean les impulsa a buscarse enemigos entre aquellos que tienen a su alrededor sin tomar nota de la dificultad de la empresa que acometen ni los sacrificios que van a exigir a sus ciudadanos. Se sienten depositarios de un designio divino que les impide ver la tragedia a la que empujan a sus países en nombre de…, en nombre de… ¿En nombre de qué?
En sus delirios de grandeza Chávez imagina ser el superjusticiero de su propia película, destinado a extender su “pax romana” por toda Sudamérica. Cree reunir en uno las cualidades de Robin Hood, Superman y el Capitán Trueno para imponer por todo el continente, por cataplines evidentemente, su peculiar sentido de la justicia. Tristemente el tiempo mostrará que no pasa de ser un infortunado Don Quijote humillado y derrotado entre barrotes, siendo el escarnio del populacho, pero para entonces su país puede haber sido arrasado por una guerra con algún enemigo exterior inventado o en manos de los militarotes que por toda la región andan a la busca de una excusa para hacer de las suyas. De democracia a demagogia y tiro porque me toca.
El caballero de la triste figura venezolana lleva mucho tiempo amenazando, insultando y provocando a su alrededor. Cada semana encuentra un enemigo nuevo. Recuerda al infeliz adolescente cojonero capaz de romper el carísimo jarrón chino de la tía Eduvigis con tal de atraer la atención de sus padres. Sólo que el jarrón de la tía es una democracia tradicional, con casi un millón de km2 y 28 millones de habitantes que sienten y padecen, que se levantan todas las mañanas a trabajar y progresar y que quisieran vivir en paz y no en guerra contra un país hermano.
Conste que los españoles nos hemos librado de él porque una guerra contra nosotros, con todo el océano por el medio, tiene que salirle muy cara.
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