Palencia es una emoción:

11 junio 2008

LA MIEMBRA


El ser humano necesita pertenecer a un grupo social de referencia que considere suyo propio. Hacemos tantos esfuerzos por integrarnos en la “tribu” a la que queremos pertenecer que no nos damos cuenta de que hacemos el ridículo, de que nos ponemos insoportablemente cursis. A veces somos tan cursis que no nos aguantamos la necesidad de demostrarlo. Como le pasó a la ministra miembra del gobierno de Zapatero. Todos creíamos que lo de “jóvenas” que dijo Carmen Romero quedaría como un hito insuperable, pues nos equivocamos.

Este Gobierno que lleva dos meses inoperante ante una crisis que no hace más que agravarse pretende domeñar mil años de idioma castellano porque no les parece que sirva para representar la riqueza social que hay en España, necesitan crear un nuevo lenguaje que se adapte a sus necedades. (Iba a poner “necesidades”, Freud explicará por qué me ha salido otra palabra.) Necesitan imponer desde la fuerza que dan las voces y las imágenes mil veces repetidas el neolenguaje que usan para imponer sus tesis que, por ejemplo, niegan la existencia de una crisis económica. ¿Una vez impuesto el neolenguaje pretenderán imponernos su realidad?

Los animales vivos lo están porque se han adaptado a las condiciones medioambientales para perpetuar la especie, éstos que pretenden gobernarnos quieren que sea la realidad la que se adapte a ellos. Sin embargo el castellano es un idioma riquísimo, variadísimo y muy expresivo, que sirve para definir, con exactitud de la que carecen otros idiomas, una gran variedad de situaciones lingüísticas y sociales. No es necesario retorcerle para expresarse, basta con saber utilizarle con corrección, basta con conocer su amplísimo vocabulario. Basta con ser aceptablemente culto. O culta, coño. Coña.

A tan progresista miembra del gobierno convendrá recordarle que el castellano es uno de los idiomas más progresistas que existen, que en su evolución ha ido más lejos que otros, pues nos ha proporcionado diptongaciones, derivaciones y precisiones de las que otros idiomas carecen. Sin embargo a quienes llevan dos meses permitiendo impunemente que los precios se nos hayan encaramado a la chepa de los consumidores y que por ello tengamos que soportar huelgas salvajes, piquetes violentos y clausura de carreteras les molesta tanta precisión y exactitud lingüística, hubieran preferido un idioma más sajón, que no distinguiera entre “Amigos y amigas”. Todos “Friends”, o sea. No les gusta que nuestro idioma distinga entre “nosotros” y “nosotras”, hala, todos “WE”. Se derretirían de placer.

Pero resulta que sí, que distingue, que diferencia, que el castellano es así, se ha hecho así con la colaboración de millones de hablantes durante más de mil años, pero ellos pretenden cambiarlo a golpe de Boletín Oficial. O si usted (o “usteda”) quiere, a golpe de micrófono y titular de la prensa solidaria con el Gobierno. Manipulan el lenguaje para introducir conceptos que quieren convertir en parte del discurso cultural políticamente correcto.

Visto cómo es el castellano, éstos deciden que de perdidos, al río, y que allí donde el castellano imponga el género neutro, epiceno o ambiguo (¿sabrán…?) ellos y ellas imponen el masculino y el femenino. Por cataplines. O por el equivalente sexual femenino, para que no me llamen machista. El caso es llamar la atención de los simpatizantes de la tribu para que te rían la gracia, aunque sea base de hacer el gilipollas. Convierten un idioma rico, vibrante y eufónico en un monótono discurrir de sonidos rimbombantes, redundantes y estrambóticos, mudan su armoniosa sonoridad en una plantilla repetitiva de sonidos ripiosos, previsibles y pastosos al servicio de los discursos oficiales.

Y oficialas.

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