Palencia es una emoción:

29 junio 2008

Ojalá pierda España.

Y no me confundan con uno de esos nacionalistas vascos o catalanes que hace unos días preferían que ganase Rusia. Que les den.
No, yo lo que pretendo es que no se nos desmande el personal y que refrene sus previsibles excesos, antes de terminar todos en el diván del psicólogo. O en la sala de espera de urgencias de cualquier hospital. Somos un país puro péndulo y pasamos de no valer nada, cuando no pasamos de cuartos, a ser los mejores del mundo mundial cuando excepcionalmente conseguimos una machada de ese calibre. Y un país como el nuestro, no acostumbrado al éxito, no sabe digerirlo. Ante la previsión de la locura nacional en caso de victoria, prefiero que no gane España, el exceso al que nos vamos a ver abocados será de los que hacen época y me gustaría que se evitara la locura nacional, la manía española del claxon y borrachera, de los gritos y el alcohol, del alboroto y el dislate.

Habitualmente ya vamos bastante alterados en esta época de vacaciones y calor. No vamos a poder parar, no tenemos medida y los mismos españoles incapaces de ondear la bandera nacional como seña de unidad política se van a envolver en una locura de Ejpaña, Ejpaña, que ni el José Bono del bodorrio aznariego del otro día. Será el día cero de la historia moderna de un pueblo como el nuestro que no sabe celebrar popularmente ni su día nacional porque le da grima que al sentirse español le llamen facha, será el exceso nacionalista convertido en celebración callejera, será el día de la revolución popular que ni cuando la francesada de 1808, será el día del ruido, de las voces, de los cánticos, oé, oé, oé, de los locos al volante, de cien mil en chapa y pintura y los talleres frotándose las manos.

Somos tan dados a los excesos y tenemos tan pocas ocasiones de cometerlos (de perpetrarlos, quisiera decir) que tengo miedo, que no me puedo fiar de un pueblo poco templado y tan poco maduro que tomará esa victoria como un permiso para cometer desmanes y fechorías de todo tipo. Ya me imagino las fuentes públicas de toda España tomadas al asalto por miles de energúmenos borrachos y semidesnudos poseídos por un frenesí nacionalista sin domesticar.

Miren, ahora que lo pienso, sólo se me ocurre un motivo para desear la victoria de España. Si quiero que gane España es sólo para que a Iñigo Urkullu y a Joan Tardá les siente mal. A ver si les entra una diarrea equiparable a la verborrea, a la facundia, a la torpe elocuencia que sufren para desear la derrota de España.

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