Las mujeres de Berlusconi, las mujeres de Zapatero.

Quiero empezar esta casa por el tejado: los errores de Zapatero en esa política económica que desconocía y que le iban a enseñar en una semana nos están llevando a mal puerto. La demagogia mesiánica que destila en sus intervenciones, su falta de capacidad oratoria (¿lo comparamos con Sarko?) y su excesiva, pesada y abrumadora gesticulación pueden resultar difíciles de soportar a quienes le vemos en todos los telediarios. Pero yo le prefiero a Berlusconi.

Yo también me divorciaría electoralmente de Berlusconi si fuese italiano y tuviese la oportunidad de no votarle, siendo español no puedo “no votarle”. Es difícil considerar cómo ha podido llegar a un éxito empresarial tan notorio, para lo que habrá tenido que tomar mil decisiones tan diabólicamente complicadas como acertadas. Es difícil considerar cómo millones de italianos han depositado su confianza en un personaje que día tras día nos sorprende con una simpleza digna del mayor papanatas europeo. Es difícil considerar cómo Italia no se ruboriza cada mañana al leer en la prensa las tosquedades, las majaderías y las simplezas con las que su presidente del gobierno adorna los amaneceres trasalpinos.

Presentar en una lista electoral a una serie de mujeres sin ningún mérito político, de nula experiencia en ese terreno y cuyas virtudes acababan en su estupendo físico no era sólo una ofensa a todas las señoras que dichas candidatas toleraban alegremente, sino al significado más profundo del que debería ser noble oficio de la res pública.

Presidir un gobierno significa entre otras cosas ser serio y servir de ejemplo a los ciudadanos. En vez de seriedad Berlusconi ha ofrecido a sus vecinos la frivolidad ofensiva con que trató en repetidas ocasiones a los afectados del terremoto de L’Aquila o la ramplonería de presentar mujeres florero a puestos trascendentes en defensa de los intereses italianos y europeos. Que los italianos no se rebelen contra semejante mentecato se explica porque el propio Berlusconi paga el sueldo a media nación.

Al menos Zapa no piensa en las mujeres como objetos sexuales, sino como “animales” políticos bien preparados, presentándonos señoras que destacan por su excelente trabajo y sus acertadas decisiones a lo largo de su trayectoria, como Magdalena Álvarez; por su capacidad de criterio equilibrado como Bibiana Aído, la del aborto a los dieciséis; por su experiencia y conocimiento profundos en el área, como Elena Salgado, nueva ministra de Economía. O por su simpatía y ecuanimidad, como Leire Pajín.

Esto… ahora que lo pienso, esperen, esperen, que me voy a divorciar…