Palencia es una emoción:

04 agosto 2009

La España que ya no existe.

Tardes enteras he pasado con Matías detrás de las enormes cristaleras del bar de abajo filosofando sobre la vida e inventando soluciones imposibles a los conflictos de España. Otras veces, dependiendo de las circunstancias, acudo hasta su casa, echamos una pipa, comemos castañas si es la época o patatas en salsa si no lo es, y salimos a tomar el aire cuando la tarde cae. Este verano Matías tiene en casa a la suegra, anciana e impedida de una vida normal por una rotura de cadera. Con ellos he descubierto la España que dejó de existir. O tempora, o mores.

Para sustituir a la España que fue y ya no es están los inmigrantes, especialmente los sudamericanos, supongo. Matías y Susanta, por cuestiones relativas a la salud y al trabajo, han de ausentarse todas las tardes de casa. Imprescindiblemente, indefectiblemente, irremediablemente. Cuando puede, la nieta de Matías se queda con la abuela durante estas cotidianas y prolongadas ausencias. Cuando puede.

Ayer la nieta no podía quedarse, otras razones se lo impedían. El conflicto estaba servido, a ver qué hacían con la suegra de Matías, a ver quién la atendía, a ver quién la cuidaba, a ver cómo se solucionaba el aprieto. La anciana, siempre colaboradora, quiso poner su granito de arena y solucionar el trance con un golpe de tradición. “¿Y no tenéis unos vecinos de toda la vida que pasen a casa y estén conmigo un rato?” A mí me sorprendió la ternura y la ingenuidad de la anciana. Y su lógico desconocimiento de la evolución social de España. Esa España ya no existe.

En España ya no hay vecinos, como mucho hay compañeros de rellano, ya no hay inmediatos en los que depositar tanta confianza, ya no quedan vecinos que acepten tamaña responsabilidad, ya no se sacan las sillas a la puerta de las casas al anochecer, ya no se comentan en corro las noticias del día, ya no se cose en comandita ni se limpian las casas cantando coplas de Antonio Molina. Ya no hay vecinos de los de antes, cuando España era más rural, más ingenua y más buenista. Hemos progresado a una sociedad avanzada, progresista, social y de derecho que ha terminado con los vecinos “de toda la vida”. Ahora los vecinos en un rasgo de generosidad, después de muchos años de escuetos saludos en el ascensor, como mucho acceden a recogerte el buzón mientras estás de vacaciones. Y basta, no vaya a ser que.

Para eso están los emigrantes. Hemos sustituido a los vecinos y a la tía soltera por los inmigrantes que a cambio de una soldada, no siempre muy generosa, hacen las veces del vecino “de toda la vida”. Los emigrantes atienden a nuestros ancianos, los sacan de paseo, los lavan y los alimentan por una soldada. Como corresponde. Hemos progresado a una sociedad avanzada, progresista, social y de derecho que ha necesitado echar mano de otros porque nosotros no nos rebajamos a determinadas cosas. No vaya a ser que. Con lo que yo valgo a ver si ahora voy a tener que hacer favores a estos de enfrente que en quince años no hemos pasado del hola, buenas, qué calor, verdá, usté. A saber quiénes son.

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