Palencia es una emoción:

05 octubre 2009

Mi siquiatra y yo

Permítanme centrar esta columna en el fin de semana que acabo de pasar. Soy un hombre feliz y satisfecho, al menos en estos momentos. No tengo grandes agobios y he pasado un fin de semana refugiado en casa, y, tras mi obligado paseo matutino ribera arriba y abajo del Carrión, no he salido de más allá de lo justo e imprescindible. Ni siquiera he visto la tele.

Me encanta el otoño, me encanta su luz y me encantan sus olores. Añádanle a ello que hasta el momento la temperatura en esta parte de Castilla ha sido excepcional. Durante tres días no han existido Zapatero ni Rajoy, simplemente les he negado la posibilidad de aparecer en mi cuarto de estar: No ha habido tele. Y no la ha habido ni para lo de Madrid 2016, algo que me trae al pairo, allá los que voluntariamente hayan escogido vivir en ese tormento de ciudad. Me he pasado estos días refugiado en mi casa, bebiéndome un par de sanfranciscos cada día y leyendo con calma y delectación la prensa. Y a Paulo Coelho.

Que se joda el mundo. ¿Creen ustedes que yo iba a estropear tan espléndidos días porque al Comité Olímpico ese le diera la gana? Hace muchos años que perdí la esperanza de que en Palencia se celebraran unas olimpiadas así que la tarde de tan campanuda decisión me la pasé jugando con Fermín, yo le tiraba la pelota, el me la traía y yo le rascaba la barriga. Original, eh.

Desde luego no iba a poner la tele. A la que te descuidas te sale Zapa jurando por el brazo incorrupto de Pablo Iglesias que ya falta poco para la recuperación o Rajoy jurando por San Homobono, santo patrón de los sastres, que el PP es un partido limpio de corrupción. Dado que el viernes había llegado a casa de buen humor no podía correr ese riesgo. Me bastó que el bruto vecino del sexto derecha diera tres cabezazos en la pared para suponer que Madrid se volvía en blanco de Copenhague. Hombre, también podría haber sido que Zapatero nos hubiera vuelto a subir los impuestos, pero enseguida deseché la idea, mi vecino sólo sabe lo que pasa en los deportes, en “Sin tetas no hay paraíso”, “Escenas de matrimonio” y “Física y Química”. Es más majo el hombre…

Reconozco que el verano me machaca y que el otoño representa para mí la resurrección. La temperatura baja, el aire sopla y se me restablece la circulación de la sangre. El cielo se puebla de nubes algodonosas y blanditas, los pájaros organizan salidas más multitudinarias que las de la tercera edad y la tarde cae dorada y lenta. Normalmente salgo al campo, cerca de los descansaderos de los peregrinos del Camino de Santiago, y leo o me dedico a contar nubes, según. Todo menos poner la televisión

Esta vez no. Con la mañana ya avanzada Misanta y yo nos limitamos a salir a la terraza y dejamos que entraran en casa las conversaciones de quienes iban apresuradamente al súper de un poco más allá y las risas y voces de madres y niños que jugaban en el inmediato parque. Con la tele silente y durmiente. Por si acaso, nos armamos con sendos sanfranciscos, claro. ¿Se imaginan que entre esas voces se nos cuela en casa la de Pepe Blanco? ¿Y luego quien la echa y le dice que el mitin y la consigna y el mal rollo son en otro sitio? Los sustos con sanfrancisco son menos.

Sé que he estado perezoso, pero era otoño. Sé que varios de ustedes contaban con alguna novedad en mi blog y que les he defraudado. Miren, tiene su explicación: algunos van al siquiatra para arrojar lejos de sí las fobias que arrastran, que les condenan a una vida amargada y con poca esperanza. Yo, que en vez de ir al siquiatra escribo esta columna, este finde no he tenido amarguras ni desesperanzas: no les he dejado salir en la tele. Que a veces olvidamos que tiene un botón que sirve para apagar.

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