Palencia es una emoción:

11 noviembre 2009

Onanismo a la extremeña

Debo reconocer que apenas he leído los primeros titulares sobre la campaña extremeña para que aprendamos a masturbarnos he corrido a escribir. Me urgía, me urge escribir; en ocasiones así me arde el pecho ante la estulticia humana y mis dedos se agitan espasmódicamente a la búsqueda de un teclado. Me perdonarán ustedes que todavía no sepa qué me parece más penoso, si la campaña en sí o los críticos de la campaña, de los que no sé si me producen risa o lágrimas. La sociedad española se la coge con papel de fumar para criticar todo lo progre, asustada de la posibilidad de ser acusada de facha, clerical o inmovilista.

Las primeras críticas, las pocas que he leído, ponen el acento en que gastarse el dinero de la campaña en época de crisis y con el paro que hay en Extremadura no parece muy coherente. Como si enseñar a masturbase fuese una necesidad, aunque secundaria, que atender por los encargados de velar por el bienestar público. Nunca, en ningún momento de la Historia hizo falta enseñar eso, hay cosas que enseña la vida sin necesidad de campañas publicitarias. Pero pasando por encima de que gastarse en ello un céntimo, con crisis o sin ella, es tirar el dinero, la masturbación es la última de las preocupaciones que debe tener una institución oficial.

Solamente cuando la sociedad haya alcanzado el pleno empleo, cuando todos los inválidos tengan asistencia satisfactoria en su casa, cuando todas las escuelas estén cabalmente atendidas en sus necesidades, cuando todas las carreteras estén espléndidamente asfaltadas y trazadas, cuando todos los trenes lleguen permanentemente a su hora, cuando todas las enfermedades estén totalmente cubiertas por la Seguridad Social, cuando las operaciones quirúrgicas se lleven a cabo sin meses de espera, cuando todos los pensionistas tengan unas pensiones dignas, cuando el Estado no deba dinero, cuando no nos suban los impuestos, cuando no haya un millón y medio de familias sin ingresos mensuales, cuando los investigadores científicos tengan presupuestos suficientes, entonces y sólo entonces podrá la Administración, sea la que sea, dedicar sus dineros a pachangadas semejantes. Y ello habrá de ser obviando que la educación sexual corresponde a los padres por encima del Estado, cualquiera que sea la Administración que obre en nombre de éste.

Los críticos a los que he leído prefieren obviar lo que no se debe obviar, la moralidad, no fuera que alguien les llamara ratas de sacristía. Y no, no estoy hablando de Religión, ni voy a soltarles una encíclica papal. Al hablar de moral me refiero a mantener un cierto orden en nuestro comportamiento que nos acerque a nuestra esencia más elevada y nos aleje de nuestro comportamiento más burdamente animal. Percibir la sexualidad (y la vida en general) única y exclusivamente en el plano hedonista es mear fuera del tiesto y prescindir de sus funciones más elevadas. Limitar las relaciones sexuales al mero placer personal y egoísta es propio de mentes pacatas, trogloditas y carentes de perspectiva trascendente. Si los organizadores de esta orgía extremeña confunden la trascendencia con la moral católica es que además de todo lo anterior son asnos asilvestrados. Olvidarse de la responsabilidad en el uso de las relaciones sexuales es olvidarse de la dimensión generosa que debería caracterizar a los seres humanos. Una vez oí a un maestro socialista gritar a sus alumnos: “¡Socializad el bocadillo!”, pues estos del partido sexualista obrero extremeño se olvidan de socializar el sexo.

Claro, trivializar el sexo o la masturbación y potenciar la trivialización de las características humanas es de lo más progre y en España todo lo que lleve la etiqueta progre se vende antes de llegar a la tienda. Defender al ser humano como un ser digno por el mero hecho de no ceder a su condición animal es de fascistas o de fanáticos religiosos. Uno, que es medianamente culto, conoce mundo y ha leído bibliotecas enteras, no comprende cómo se puede confundir degradación humana con progreso social. Será que soy un facha, una rata de sacristía o un ignaro atrasado.

No hay comentarios:

Seguidores del blog

Otros blogs míos.