Palencia es una emoción:

04 marzo 2010

Toros, catalanismo y cinismo popular

Parlamentarios catalanes acaban de estar visitando dehesas castellanas de la provincia de Salamanca para comprobar la importancia económica y la influencia social del toro de lidia. Del comercio del toro de lidia, quiero decir. Quieren decir. La de puestos de trabajo que dependen de ellos, les señalaban sus correligionarios castellanos. ¡Cuánto progreso traen los toros a nuestros pueblos!

Hubo tiempos en que yo me sentaba ante la tele a ver las corridas de San Isidro. Tarde tras tarde. No, no es que entendiera mucho, pero me entretenía y hasta había veces que encontraba algo que me gustara. El paso de los años y mi evolución personal me llevó a repudiar el “arte” taurino. La razón original la contaré otro día si ustedes me lo permiten, pues no viene al caso.

No, no he vuelto a ver ninguna corrida más. Soy un decidido amante de las tradiciones populares y de la cultura que nuestros ancestros nos han trasmitido. La tauromaquia es sin embargo una de las escasísimas tradiciones españolas que considero que habría que suprimir. Radicalmente. Ya. Y si como tauromaquia entendemos espectáculos tan penosos como el toro de Vega en Tordesillas o tantas otras tradiciones populares igualmente lamentables y sangrientas mi rechazo es mayor y más militante aún. Que los gobiernos, el que fuera, hayan otorgado medallas de mérito artístico a famosos matadores… me produce vergüenza. No encuentro el arte debajo del dolor de un toro.

El Parlamento catalán esté estudiando la posibilidad de suprimir las corridas de toros, todavía tengo que decidir si reír o llorar. Es indudable que a muchos de los que defienden la prohibición les importa un bledo el sufrimiento animal; su posición no es la de eliminar el dolor y el mal trato a los animales sino que buscan otros fines políticos que todos sabemos que van encubiertos bajo la bandera abolicionista. Porque sin embargo está claro que sus trabajos no se dirigen a tanta fiesta catalana, tanta fiesta mediterránea, tanta fiesta popular en la que los toros sufren tortura en plena calle, ante los ojos de cientos de personas. Con nocturnidad a veces. Y con alevosía siempre. Todos los veranos. En todos los pueblos. En la misma Cataluña. No, eso no se prohíbe. ¿Por?

Alguien me ha hecho pensar en el papel de la tele española en todo esto. El cochambroso papel de la tele en España. Ya no hay quien retransmita una corrida de toros porque… Y sin embargo todas las noches nos retransmiten en horario principal los más vergonzosos programas populacheros, llenos de aviesas mujerucas que no se hablan con sus hijas, de maridos que planean en secreto cómo deshacerse de su parienta, de series sexualizadas, amorales y vergonzosas en las que se enseña a los adolescentes a hacer frente a sus padres o profesores, de películas en las que se muestra sin pudor la inmundicia humana para solaz de tiernos espectadores.

Mostrar una corrida de toros por televisión es políticamente incorrecto, es sucio, es bochornoso. Pero mostrar las limitaciones culturales, afectivas o sociales de ignaros brutos viciosos que por convertir su vida privada en una exhibición pública reciben miles de euros no sólo es perfectamente programable y lícito, sino que produce sustanciosas ganancias a las empresas.

España no se rebela, no sólo se conforma, bobalicona e indecentemente, sino que convierte dichos programas en los más seguidos por las masas.

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