Palencia es una emoción:

08 abril 2010

Bibianadas otra vez, ay, Señor...

Debo reconocer que los lectores pueden pensar que le tengo manía. No, no es cierto, No tengo manía especial hacia la ministra de Igualdad. Me pasa como tiempo atrás con Arzallus, que son personajes muy jugosos, que dan mucho partido a los columnistas, que nos lo ponen fácil, que son un chollo para los que tenemos que servir. A los lectores.


Doña Bibiana es una ganga, cuando uno no sabe de qué escribir basta con escarbar en las portadas y enseguida encontrará materia en la que cebarse, suficientes asuntos para tener otro problema: con cuál de todas las bibianadas meterse, a cuál de todas las bibianadas hincarle el diente... he perdido ya la cuenta de la de titulares que me ha arrancado la ministra pijo-progre.


Ahora le toca el turno a los grandes autores infantiles. Lewis Carrol, los hermanos Grimm y Charles Perrault están en peligro: No son políticamente correctos. Si la doña insiste nos retitulará los más famosos cuentos y en vez de “Los siete cabritillos” tendremos “Los siete cabritillos y cabritillas”, “Blancogranizo y las siete enanitas” y “Juana sin Miedo”. Por lo menos. Mucho me temo que la siguiente será obligar a que los manuales de Literatura que uno se empolla cuando estudia “Historia de la Literatura Infantil” incluyan un 50% de autores y otro 50% de autoras, un 50% de editores y un 50% de editoras.


A mí la doña me parece una ministra chusca, poco seria, con un perfecto encaje en un gobierno marxista presidido por el más locuaz, explícito y antropológicamente optimista de los Marx: Harpo. Chusca es ella, son sin duda sus asesores y chuscas sus medidas feministas. Tantos siglos después vamos a pasarnos los cuentos de toda la vida por la túrmix del bibianismo militante para convertirlos en historias políticamente correctas. Se acabó que los príncipes azules (bueno, ésta es capaz de convertirlos en príncipes “rojos”, lo que no dejaría de ser una republicana contradicción) se casen con plebeyas para que éstas asciendan en el escalafón social; se acabó que la mala de Blancanieves tuviese que ser la madrastra. No van a dejar letra sobre letra, párrafo sobre párrafo; arrasarán con Hans Christian Andersen y se inventarán una flautista de Hammelin, feminista, medio machorra y salida sexual (digo yo, aprovechando lo de la flauta) que se lleve a todos los niños a un curso de la Junta de Extremadura sobre masturbación; a Caperucita me la van a convertir en una víctima de violencia de género, acosada por Don Lobo Machista.

La doña está sumida en una espiral de insensateces, deslizándose por la pendiente del ridículo nacional, se sigue hundiendo en la payasada interminable. Va a acabar con la magia, va a acabar con los sueños, va a acabar con generaciones de padres sentados junto la cabecera de sus infantiles hijos cada noche antes de apagar la luz. Va a acusar a los principales autores de Literatura infantil de machistas, de políticamente incorrectos, de sexistas, de culpables de la violencia de género. Como ZapaHarpo no se dé prisa en la remodelación del Gobierno me temo lo peor, esta mujer es capaz de reescribir los cuentos creyéndose capaz de superar a los más altos genios de la Literatura Universal.


¿Qué tal quedaría reescribiendo el Quijote? ¿O acusando a Alonso Quijano de acoso sexual contra Dulcinea?

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