Palencia es una emoción:

05 junio 2010

El sexo de la izquierda o “A malos tiempos, buen polvo”

“Vergonzosos mamarrachos”, lo siento, no es lo único que se me ocurre llamarlos pero es lo primero que siendo reproducible en letra impresa se me ha ocurrido. De entrada, sólo de entrada, me refiero a aquellos miembros y miembras de la Junta de Extremadura que pusieron en marcha (¿a qué precio?) aquel taller para que nuestros jóvenes aprendieran a masturbarse. O nuestros jóvenes de hoy son imbéciles del flequillo a las uñas de los pies o a la Junta de Extremadura le sobraba el dinero pa gastárselo en fruslerías cuando todos andábamos viendo los cuernos al toro de la crisis, inmensa crisis, que nos acomete. Dado que conozco lo suficiente a la juventud española me inclino por la segunda posibilidad.

Y vergonzosos mamarrachos, hijosdeputa mentales, infectos paralíticos intelectuales, retrógrados cavernícolas y analfabetos humanos es lo más reproducible que me viene a la cabeza cuando me informo de la web pornográfica de la Generalitat Catalana. ¿Qué le pasa a la izquierda con el sexo? ¿Son unos obseXos? ¿Están condicionados por sus prejuicios en este campo? ¿Piensan que nos aburrimos? ¿Piensan que ésas son todas las preocupaciones humanas? ¿El sexo es de izquierdas? ¿Quieren que el sexo sea sólo de izquierdas? ¿Creen que a mal tiempo, buen polvo? ¿Pretenden hacernos creer que seguimos siendo los hippies de los años sesenta, aquellos de haz el amor y no la guerra?

Algo le pasa a la izquierda con el sexo, me recuerdan (por el extremo opuesto, eh) al gobernador franquista de Salamanca que amenazaba con pena cárcel a las parejas que se achucharan en público, les hablo de 1970, gobernador arriba o abajo. La izquierda tiene que ir al siquiatra y tumbarse en el diván freudiano largas sesiones. Quizá pasar la ITV mental sea conveniente a quienes centran tan ob-sex-ivamente su actividad política. Confunden el bien del pueblo con el bien de la entrepierna. Ése es precisamente el error, ¿o es intencionado?, de la izquierda, que piensa como aquel gobernador franquista que sólo somos entrepierna, nos valoran por el tamaño de nuestros órganos sexuales, por la frecuencia de nuestras relaciones sexuales, por el tipo de nuestras actitudes amorosas. Nos valoran sólo por eso, es decir, nos desprecian. Sólo somos un calentón y nuestra misión vital es exclusivamente darle gusto al dios Eros.

No somos vida inteligente, sino vida sexual, creen. No somos seres creadores, sólo somos jodedores. Aunque quizá el problema esté en que algunos de nuestros supuestos próceres (y próceras) tienen el órgano sexual alojado en el cráneo con lo que no queda espacio para otro órgano con funciones superiores. Creen que todos somos de su triste condición y nos reducen a un pene ambulante o una vagina en perpetua busca de relleno satisfactorio.

Estos mamarrachos sinvergüenzas, ob-sex-ionados con la jodienda, creen que sólo somos pura carne de asilvestrado animal y en vez de sacarnos de la crisis se gastan miles de euros en averiguar donde coño, perdón por la obviedad, está situado el punto G., en enseñarnos a masturbarnos. En definitiva se empeñan en cosificarnos, en reducirnos a meros seres ambulantes en busca de satisfacción sexual, privándonos de otros intereses más elevados, dignos y, por tanto, humanos.
Estos individuos memos, rebuznadores con boletín oficial a su disposición, rocines con despacho y moqueta, cínicos borricos de feria de tercera división se gastan nuestros dineros para insultarnos. Creen que el futuro del socialismo y/o del independentismo pasa por convertir España en un burdel y nos reducen a la condición de semejantes a ellos, como si no pensáramos, no creáramos, no inventáramos, como si no tuviésemos funciones intelectuales, como si nos levantáramos de la cama pensando todos los días en “tocar pelo” en vez de levantarnos pensando en trabajar, en mejorar, en ayudar a nuestra familia, en colaborar en eliminar el hambre del mundo, en construir un planeta mejor.
 Claro, para ellos, modernos señoritos de dehesa andaluza a la catalana, no existen otras preocupaciones; tienen ya de todo, su vida muelle es lo más alejado del esfuerzo cotidiano de un obrero; por muy izquierdistas que se digan jamás pasará por su materia gris ninguna de las preocupaciones del trabajador español (oiiiiiggg, o catalá, vosté perdone), que desde el día diez anda preocupado por llegar a final de mes, por no perder el trabajo o porque no se le acabe el cobro del paro.
 Carentes de esas preocupaciones y consecuentemente dotados de excesivo tiempo libre dan en pensar siempre en lo mismo. Pobricos.

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