Ya han salido las primeras reacciones oficiosas del aparato socialista contra Tomás Gómez. Una encuesta que manifiesta que Trinidad Jiménez lo tendría más facilito contra Esperanza Aguirre ha sido filtrada a la prensa en el momento adecuado. La guerra ha comenzado y de la supuesta neutralidad del aparato federal nunca más se supo.
Todo vale en las guerras, aunque sea en las guerras entre amigos y compañeros que en definitiva comparten el mismo objetivo: arrebatar Madrid a los populares. Y sin embargo, a pesar de compartir tanto, los navajeos ya han empezado y se prevén momentos gloriosos y espectaculares, con el tiempo saltarán chispas como fuegos artificiales.
Tomás Gómez comete dos errores: el primero es desobedecer las claras órdenes de sus superiores: Comprarse un duro de bosque y perderse para siempre. La democracia interna en los partidos es mera ficción, una película de fantasía que podría competir en la semana fantástica de Sitges. El segundo: ser madrileño, militar en el partido socialista de Madrid en vez de militar en el PSC.
Al PSOE jamás se le ocurriría criticar, comentar ni cercenar cualquier iniciativa de democracia interna del PSC. Sería lapidado cual adúltera en Afganistán. Nadie en la Cataluña socialista permitiría semejante atrevimiento... si en un ataque de locura colectiva a la ejecutiva federal del PSOE se le ocurriera disparate semejante. Pero, ah, se trata solamente de una federación socialista, fuerte y con muchos militantes, pero acostumbrada a la dedocracia interna. Lean bien, he dicho dedocracia. Ocurre en todos los partidos y en todas las federaciones. En casi todas, mejor dicho. La postura habitual del militante con cierta responsabilidad es la genuflexión ante los superiores. En Madrid también, aunque menos. Por eso Gómez se ha presentado pero no tiene ninguna posibilidad: Sólo contra el PSOE, como en una peli de terror, carece de salida que no sea la autoinmolación. La antigua Federación Socialista de Madrid le entregará, no sin batalla, a las aras sacrosantas de Ferraz.
Hay muchas veces que me gustaría ser catalán. Cuánto tenemos que aprender de ellos los castellanos, sea cual sea el partido depositario de nuestro voto. Aún me acuerdo de los dolores cervicales, de tanto asentimiento, de Juan José Lucas, el sumiso presidente popular de Castilla (y León). Nuestros partidos carecen de libertad, dóciles y obedientes a Génova o Ferraz, siempre han sido el refugio de políticos callados, mansos y disciplinados. ¿Oponerse a los jefes para defender la tierra? Jamás.
Ferraz no es neutral ni puede permitírselo, el señorito manda mucho. El partido socialista de Madrid resistirá un tiempo, al final entregará la cuchara y Trinidad Jiménez podrá perder, satisfecha, ante Esperanza Aguirre. La inexistencia de la democracia interna es lo que tiene. Si Tomás Gómez fuese militante del PSC...
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