Leo en la prensa que España se trae a escondidas a 50 presos cubanos y a sus familias, la información aparece en varios diarios pero yo me quedo con la foto que aparece en ABC, el diario que por no ser líder de la derecha se queda en ser uno más del centro derecha, esa cosa tan difusa que nadie sabe en qué consiste pero que mola mucho al votante y al lector.
En la foto que aparece en ese diario nos muestra a dos de los presos con un cartel roto, gastado y de mal aspecto en el que se puede leer muy claramente su vindicación de libertad. El cartel finaliza contundentemente afirmando “LA PATRIA ES DE TODOS”, como forma de manifestar que no es sólo del régimen, sino de todos los ciudadanos. ¿Hay en esto, y sólo en esto, alguna diferencia con el franquismo?
Todas las dictaduras ejecutan la misma maniobra, “La Patria soy yo y mis enemigos son los enemigos de la patria”. Y sin sonrojarme un pelo afirmo que en democracia pasa exactamente lo mismo, desde el nacionalismo vasco o catalán hasta el nacionalismo de bolsillo del capitalismo bancario o el patriotismo constitucional de Zapahuero.
El otro día un querido amigo me enseñaba el jardín de su adosado en el que había plantado flores de diversos tipos y colores. “Aquí me han quedado estas rojas y amarillas, un tanto facha pero es que no me he dado cuenta”. No le llamé gilipollas por educación, timidez y porque me acababa de invitar a unas gambitas a la plancha con un vino dulce de Rueda, una combinación a la que no soy capaz de renunciar.
La izquierda española, la misma que ve un ejemplo en el régimen comunista y contradictoriamente hereditario de los Castro o en la Libia de Gadafi, se escandaliza del nacionalismo español, lo suyo debe ser sólo exclusivamente el internacionalismo proletario, a los nuestros, deben pensar, que les den. Eso sí, su concepto de la democracia es muy curioso e incluye en ella a dictaduras... si son de izquierdas. Pensar que la bandera de España, el concepto de nación y patria son propios del fascismo es típico de los tiempos del franquismo, Franco fusilaba o exiliaba a sus enemigos como enemigos de España. Y se les ha quedado grabado en el alma que hablar de España, de nación o de la bandera nacional es franquista, a no ser que la bandera sea la ikurriña o la senyera. Por cierto, para estos gilinútiles tampoco existe Castilla y dan por buena su división en cinco autonomías payasas, ineficaces y débiles. Todo sea por el “Estado”, curiosa palabra neutra que esconde la media neurona que les queda a algunos.
Sin embargo, estos castristas de alfombra roja y espléndida cuenta bancaria, los mismos que van a parir a carísimos hospitales del salvaje capitalismo norteamericano, los que apoyan el nacionalismo tercermundista, dictatorial y comunista de Cuba o ese híbrido mezcla de islamismo, comunismo y capitalismo salvaje de Libia, los que admiten como democrático el nacionalismo de CiU, PNV o Batasuna, jamás admiten entre los suyos a quienes hablen de “España, mi nación”. Vade retro. Tamañas tonterías están superadas hace decenios por la izquierda de cualquier otra nación que viste cuando la ocasión lo requiere la bandera propia con muy legítimo orgullo. ¿Alguien concibe a la izquierda de Francia, Portugal o Grecia rechazando el concepto de Patria y calificándolo como de extrema derecha? Mema media España.
Ah, no, no se me olvida, aún a riesgo de que el de siempre me llame “tonto equidistante”, los desmanes que en nombre de España, de su bandera y del nacionalismo español se han cometido. Eso no quita que España sea la patria y su bandera sea la mía. Desde el amor a Castilla, la madre que parió a España, tantas veces ofendida y postergada en nombre del periférico nacionalismo excluyente.
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