Hoy en la campa de Villalar de los Comuneros decenas de miles de castellanos se van a reunir para conmemorar otro aniversario más de la derrota de Padilla, Bravo y Maldonado a manos de las tropas de Carlos I, el rey nefasto que impuso en nuestras tierras sus gustos, sus criterios y sus gentes flamencas, desterrando a Castilla a un papel secundario en la Historia, destruyéndonos como pueblo con personalidad propia, aún siendo madre de España, y cargándonos con impuestos para pagar sus guerras privadas. Su reinado aciago inició el declinar de Castilla, fundadora de imperios a los dos lados del Atlántico, que andando los siglos se completó, con la colaboración de la oligarquía local y del Régimen franquista, condenándonos a ser productores de emigrantes baratos que han ido durante años a enriquecer otras tierras, a contribuir con su labor y sus impuestos al desarrollo de regiones y naciones vecinas.
Castilla está hoy dividida en cinco regiones pequeñas, ineficaces e incapaces de dirigir nuestro futuro hacia la prosperidad, de manera que se impida el envejecimiento, la emigración y el abandono de nuestros pueblos y ciudades. Aún podríamos hablar de una sexta región castellana, ésta carente de todos los derechos y reconocimientos, si pensáramos en los miles de castellanos forzados a vivir fuera de nuestros límites. Sólo el día que Castilla pueda unirse políticamente y unida enfrentarse a los desafíos del progreso y de la modernidad tendrá autoridad y fuerza suficientes para detener el deterioro político, económico, social y humano que estamos padeciendo.
Castilla es hoy la gran olvidada de España, sin fuerza para influir en un gobierno central, lo presida quien lo presida, siempre sometido al imperio de votos interesados de quienes lo extorsionan. Castilla se ofrece a España para armarla democrática y civilizadamente y justificarla históricamente, nunca para dividirla, deshacerla o diluirla, a pesar de lo cual los diferentes gobiernos españoles la ningunean, prefiriendo siempre la alianza con quienes la ponen en duda. España es dolorosamente injusta con su propia madre.
Sin embargo de nada de esto van a tener noticia los ciudadanos. Las televisiones nos dedicarán, en el mejor de los casos, sólo unos breves segundos del final de los noticiarios para completar el tiempo de emisión mientras los periódicos buscarán el último rincón de la página más profunda para enterrar unas escuetas líneas al respecto. Castilla no importa y no pesa nada en una nación que vive entregada a los nacionalismos disgregadores y frentistas, ¿será ese el amino que debe recorrer también Castilla para ser tenida en cuenta? Sin embargo desde primera hora nos absorberán las noticias de la celebración –hermosa, por otra parte- del día de Sant Jordi, la rosa y el libro. Quien manda manda.
Los propios ciudadanos de Castilla tenemos también la culpa de esta situación por permitirla con nuestra acostumbrada –desde 1521- mansedumbre y resignación, por no decidirnos a afrontar con entereza nuestra decadencia, tomando la sartén política por el mango de las urnas y despidiendo a nuestros políticos tradicionales que hasta el momento presente nada han hecho por detener el ocaso de nuestra tierra y nuestros hombres y mujeres.
Hoy es día para reconocerlo y reconocernos, no para lamernos las heridas, sino para unirnos y para decidirnos a una acción política que nos una y nos levante. Las próximas elecciones locales y autonómicas son el momento adecuado.
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