Los de Venta de Baños somos
palentinos, por lo tanto somos castellanos y por ende somos españoles. Pero a
veces España me da náuseas. Sí, otros países también, no lo niego, pero a mí me
afecta España. Hoy no voy a hablarles de la panda de ineptos que nos han
llevado a esta situación crítica a fuerza de negar y negar la realidad
económica que nos asediaba. Hoy no voy a hablarles de esos cargos de cajas de
ahorro que se van a su casa con cientos de miles de euros sin que les de
vergüenza. Hoy voy a hablarles de varios millones de españoles degenerados.
Todavía no sé las cifras,
probablemente mañana o pasado se hagan públicas y comprobaremos que hay dos o
tres millones de ciudadanos mentalmente enfermos, dos o tres millones de
españoles indignos, ciudadanos de tercera para los que no debería haber
derechos. Si su mente está tan enferma no deberían tener derecho ni a votar. Me
repugnan, me producen vómitos, me dan asco. Panda de pervertidos.
Me refiero a los ciudadanos que
esta noche se han concentrado ante los televisores para ver en Telecinco (¿No
hay nadie que sancione duramente esta forma de hacer televisión, esta forma de
hacer negocio, esta manera de ganar dinero y cuadrar el balance?) para ver a la
madre de “EL Cuco”. Me gustaría que semejante caterva de indecentes ciudadanos
supiera leer, lo que es pedir la luna, lo sé, y se topara en cada esquina con
esta columna y otras semejantes, para recordarles cara a carta que serían una
plaga de indecentes ciudadanos si alcanzasen el suficiente cociente
intelectual, la suficiente catadura moral, la suficiente calidad humana para
poder llamarles “personas”, algo imposible a la vista de su comportamiento
ético y de sus gustos televisivos.
Pero antes que decirles a ellos a
la cara que son portadores de una mente enferma y que la única manera de
recuperar la salud sería hacerles una lobotomía sin anestesia, es
imprescindible hablar de quienes utilizan toda la inmundicia humana, toda la
escoria social que produce España, todos los desechos que origina esta cloaca
llamada sociedad española para ganar dinero, para vender publicidad (¿Nadie
puede organizar un boicot contra estos anunciantes?) y para ascender en
predicamento popular (claro, con tales espectadores esto es posible) en una
sociedad deforme, enferma y que tiene como pasatiempos ser testigo de la
indignidad humana.
Deseo con toda la fuerza de mi
interior que a la buena señora se le atraganten los diez mil euros que va a
cobrar por pasear sus miserias por el plató, deseo que se le indigesten y que
le formen tal taponamiento intestinal que los tenga que emplear toditos enteros
en inyecciones carísimas, dolorosas y que le provoquen caída del pelo, de los
dientes y hundimiento de las órbitas de los ojos, caso en el cual su aspecto
externo se equipararía al de sus entrañas.
Reclamar que a los espectadores
les produjese parálisis cerebral sería suponer que tienen cerebro, cosa que aún
está por demostrar. Desear que a los programadores les diese un liviano ataque
al corazón sería esperar un imposible: No tienen. Hijos de mala madre.
No quiero hacerme francés, inglés
o americano, pero de los andorranos nadie habla, no hay
que rescatarlos ni se habla de sus banqueros ni políticos. Pasan desapercibidos
y son muy europeos ¿Puedo nacionalizarme?
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