La sociedad no es consciente del daño psicológico que causan en las más ineducadas capas sociales determinados programas de televisión. Estamos hechos espiritualmente de aquello con que alimentamos a nuestro intelecto. Décadas de televisión basura crean necesariamente una sociedad basura con abundantes ejemplos de cerebros basura y neuronas basura.
Si nuestras series están repletas de personajes de ficción bajos y rastreros, sucios y sin afeitar, cuya máxima aspiración es acostarse con la vecina y timar a los obreros o a los patrones, para muchos miles de ciudadanos indefensos mental y educativamente ésa terminará por ser una norma de comportamiento habitual, entendiendo que la televisión es un retrato de la realidad cotidiana, a la que ellos tarde o temprano habrán de adaptarse. Tantas horas al pie de la televisión, tantas horas rastreras de prime time, no pasan sin dejar poso.
Con repugnantes programas llamados de debate ocurre lo mismo, nos acostumbran (bueno, a quienes acostumbren) a la cochambre, a la inmoralidad y a la mala educación. Sólo después de cientos de programas de La Noria la sociedad ha reaccionado parcialmente cuando este programa pagó a la madre de un asesino (¿o debo decir todavía “presunto?) por acudir al plató a defenderle. Ante tamaña inmoralidad la sociedad se puso los guantes de trabajo y descabalgó uno a uno a los anunciantes de dicho programa: la masa social por fin dirigía su propio destino, sin dejarse ser dirigida lumbreras como el adocenado presentador famosillo (¿Y para esto sus padres le pagaron estudios en una universidad? ¿De Periodismo tal vez?) acostumbrado a pastorear el rebaño de descerebrados habituales.
Pero una vez pasado el efecto inmediato, la indignidad ha vuelto a esa cadena de televisión (ojo, no es la única indigna ni la única indignidad, simplemente es la indignidad más actual) y los anunciantes indignos vuelven a anunciarse en el programa indigno: Burger King y Ensaladas Isabel vuelven a anunciarse. Como si la indignidad tuviese también fecha de caducidad. ¿Aunque sea una indignidad que se repita semanalmente? ¿Quién reúne más indignidad, la empresa televisiva o las comerciales? La Noria con sólo estos dos anunciantes sigue dando vueltas, arrastrando su inmundicia por algunos cuartos de estar de España, sólo algunos. La inmundicia está no sólo en quienes se anuncian sino también en quienes a cambio de una rica suma de dinero acuden al plató a formar parte de la roña, aumentándola cada emisión.
Las voces y los insultos forman parte frecuente del show (santo cielo, cómo se ha desvirtuado este anglicismo) y personajes siniestros como Maria Antonia Iglesias, de quien cabía esperar, por su formación e inteligencia, un comportamiento aceptablemente correcto manifiestan actitudes selváticas, asilvestradas y carentes de la más mínima cordura. Claro, a ella no le importa, al programa tampoco, todos salen beneficiados de tan gorilesca compostura.
El público medio de este programa, no ya semiculto sino ni siquiera mínimamente letrado, traga estas conductas manifiestamente asociales con la misma delectación con que los gorrinos patalean en la... en la... en La Noria. Sin duda alguna con el paso de los programas esto se traslada al mundo real, a la vida cotidiana, cuando el pedestre espectador medio de este programa confunda en la simple visión de la vida que le proporciona su única neurona en funcionamiento la ficción con la realidad.
Décadas de televisión basura crean necesariamente una sociedad basura con abundantes ejemplos de cerebros basura y neuronas basura, nadie parece querer ponerle remedio pero Burger King y Ensaladas Isabel además lo promocionan con su dinero. ¿Va usted a cooperar con estas empresas proporcionándoles beneficios para que a su vez los reviertan en La Noria? ¿Quién tiene mayor carencia de escrúpulos, La Noria, los anunciantes o usted?
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