Enero. Pura dinamita de hielo.
Insoportable, la noche se hace cada vez más larga. Invisible, el frío se
precipita sobre la ciudad y sólo bajo los árboles más frondosos del parque el
césped no se cubre de blanco.
Vacío. Los ciudadanos se recogen
y protegen. Por la calle baja un torrente de silencio que enseguida domina
plazas y avenidas. Nadie. Nada. Y lo llenan todo. Los neones del bar de
enfrente sólo llegan hasta mí, aunque el halo místico de su anuncio luminoso
centellea cadenciosamente y avisa de que posiblemente todavía quede algo de
vida dentro. Pero el camarero bosteza ostentosamente, como si quisiera
expulsarla con prisa.
Una procesión inmóvil ribetea de
farolas una avenida cualquiera que se extiende directa y vertiginosa hasta la
rotonda. Para qué perder el tiempo si existe la línea recta. Aunque al final
sólo haya más silencio y más vaciedad. Muy iluminados, sí. Derroche de luz que
muestra más las carencias. El yermo. El estrepitoso mutismo de la noche completa
lo llena todo. No suenan campanas, coches ni llantos infantiles. No suenan
voces varoniles ni risas femeniles. Han cedido su sitio a la pesadumbre pero
los semáforos siguen estoicos e invariables acometiendo su destino. Tan
innecesariamente. No se mueve una hoja salvo por el peso del hielo. Impasible,
la luna observa todo sin pestañear, sin embargo las estrellas parecen tener un
espasmo incontenible y no paran de hacer guiños, como si su titilar fuese el
tic tac implacable del universo.
Frío y soledad, qué mal combinan.
Enero y vida, qué mal se llevan. Al cielo descubierto Palencia tirita y busca
refugio en los soportales de la calle Mayor. Otra noche de invierno. Palencia
hecha de eneros glaciares y veranos apasionados, pura Castilla, pide clemencia
y que el amanecer llegue pronto. Quizá por esto se fue la primera universidad.
Quizá por esto Palencia se sigue yendo. Cada vez más.
Palencia es cada vez menos y los
que cobran por curar los males de nuestra sociedad no encuentran remedio para
tanto frío. Agónico. El torrente de silencio que bajaba por la avenida se
instala en toda la ciudad y se llama Conformismo. Tal vez se apellide
Indiferente. Es decir Palencia. O Castilla.
Invisible el frío se precipita
sobre Palencia y sólo bajo los árboles más frondosos del parque la esperanza no
se cubre de blanco. A lo largo de la avenida una procesión inmóvil ribetea de
farolas el funeral de Palencia. Que el amanecer llegue pronto.
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