Cuando la Guardia Civil,
siguiendo el protocolo que tiene encomendado detiene a unos padres por castigar
a su hija es muestra fehaciente de que algo grave pasa a la sociedad, de que el
mal se ha hecho dueño de ella y de que se ha dado un paso más hacia el derrumbe
moral de este mundo.
Hemos progresado mucho
materialmente; a pesar de la crisis y su enorme cola de parados la sociedad
española es una sociedad avanzada en la que el bienestar material está
ampliamente extendido, las leyes protegen y reconocen derechos que en otro
tiempo no lo fueron y los más débiles tienen el amparo de las instituciones.
Sin embargo en ese imparable
avance material hemos dejado atrás sin perturbarnos grandes valores que tal vez
deberían ser permanentes. Sociedades mucho más atrasadas económicamente que la
nuestra los tienen como grandes valores inalterables. La familia, por ejemplo.
La autoridad. Y dada la dirección en que nuestro mundo va me veo obligado a
recordar al lector que no hablo de autoritarismo y que autoridad hay en todas
las sociedades del mundo, desde las evolucionadas (de Europa o EEUU a Cuba y
Corea del Norte) hasta las más primitivas. Tener que recordarlo para que a algún
lector no le suenen todas las alarmas es
tan lamentable como significativo.
Sin duda la familia es una de las
grandes perdedoras de esta evolución española. La laxitud de las relaciones
internas o la permisividad moral de nuestra satisfecha sociedad (siempre que
tengamos en cuenta que la actual crisis debe ser un paréntesis en una marcha
hacia la opulencia) llevan nos llevan a sucesos como el de Jaén, con el que
abría este artículo. No está el problema sólo en que una previsiblemente descarriada
muchacha denuncie a sus padres (Los periódicos recordaban estos días otro caso
en Lugo, en el que una joven denunciaba a sus padres porque además de pagarle
la carrera “sólo” le proporcionaban 600€ al mes para mantenerse cuando ella
exigía por vía judicial 800) sino en que el protocolo que la Guardia Civil
siguió disciplinadamente llevara a la detención de los padres. Defendemos a los
hijos que pueden ser maltratados, lo que es sano y positivo, pero ¿por fuerza
eso debe llevar a degradar a los padres, su autoridad y la convivencia
familiar? ¿No estamos mal de la cabeza, no estamos enfermos, no tenemos lo que
nos merecemos?
Hemos perdido el norte, hemos
perdido conceptos básicos que no hemos sabido trasmitir a nuestros hijos. Que
la autoridad paterna sea fuente de discusión ajena al ámbito familiar, que se
judicialicen las relaciones familiares es síntoma de decadencia social. Que los
gobiernos tengan que regular asuntos como la corrección que las familias puedan
ejercer sobre sus hijos es muestra de que muchas cosas están mal hechas en una
sociedad que basa su progreso en tener dos coches, dos televisiones o en irse
de vacaciones al Caribe y contarlo.
Que las familias tengan cada vez
menos hijos, que la sociedad envejezca a pasos agigantados, que a esos ancianos
(muy bien protegidos por el Estado ¿o no tan bien?) se los recluya en
residencias, antiguamente llamadas asilos, porque los hijos no tengamos la
capacidad de atenderlos, que el relevo generacional esté sólo garantizado por
inmigrantes es consecuencia de que el relevo ético, moral y conceptual de la
sociedad está hecho unos zorros. Eso sí, de desarrollo económico andamos bien.
¿O ahora ya ni eso podemos garantizar?
PD Que nuestros hijos conozcan
tan clara, rotunda y contundentemente cuáles son sus derechos y que sólo
tengan, en el más optimista de los casos, una idea somera de sus deberes es la
guinda que adorna la tarta de la burrez social en que nos vemos envueltos.
Claro que… si no somos nosotros, ¿quiénes son los culpables? Disfrutemos de la
sociedad que hemos ¿construído? entre todos.
1 comentario:
Otra vez de acuerdo. Es un tema que se habla mucho en casa. Mi padre se acaba de hacer un blog y creo que teneis muchas cosas en común. www.elcazadordekampa.blogspot.com
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