La Real Academia de la Lengua ha
puesto pie en pared y ha frenado la avalancha de tonterías políticamente
correctas que de un tiempo a esta parte nos ha dado por decir a los españoles.
Les ha dado por decir a algunos españoles.
Hasta el siglo XXI los idiomas
estaban hechos por el pueblo. Las gentes, transformando el lenguaje heredado de
sus ancestros, iban formando y reformando los idiomas. La educación y la
cultura de todos eran las mejores maneras de influir en la evolución cotidiana
de la expresión popular. En el uso cotidiano del castellano conservamos
palabras prerromanas, árabes y latinas, entre otras muchas, porque lo hemos
querido así, sin decretos ni normas superiores que nos dijeran cómo teníamos
que hablar. Sin embargo con el nuevo milenio algunos ingenieros sociales
parecían empeñados en dirigir desde el BOE el idioma más bello que vieron los
siglos.
Para hacernos llegar las mejores
palabras y los mejores argumentos estaban los maestros y el ejemplo de
escritores y autoridades literarias. Pero nada más, nadie podía por decreto
autoritario establecer cómo se debían decir las cosas, fuera oralmente o por
escrito. A la propia Real Academia se le ocurrió un día, es sólo un ejemplo
entre muchos, que los escritores debían utilizar la palabra “güisqui” como
versión española de la palabra anglosajona. Pero ningún autor hizo el más
mínimo caso y todos siguieron utilizando el barbarismo sin el menor pudor.
Nos han querido dictar cómo
debemos hablar y escribir para ser políticamente correctos. Nos quieren imponer
casi como inapelable sentencia judicial que digamos alumnos y alumnas,
espectadores y espectadoras… Y no hay tutía. Eso no es un idioma, es una jerga
política fatigosa para el hablante e insoportable para el oyente. Y el habla
requiere tanta frescura como precisión, necesita un armazón verbal que hile las
ideas, no que las convierta en un galimatías indescifrable, en un jeroglífico
empalagoso y perturbador.
Así no hay quien hable, así no
hay quien construya un discurso medianamente sólido y coherente. El pueblo, que
ha tardado siglos en elevar uno de los idiomas más importantes del planeta, no
habla así porque se lo impongan unos ministros catetos desde el BOE, al pueblo
le interesa tres narices la corrección política; señores, por cierto, me
reconozco muy de pueblo. Al pueblo se le puede educar, sugerir, dar ejemplo…y
todo ello lleva siglos, que es como la Humanidad hace sus grandes trabajos.
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