Palencia es una emoción:

26 abril 2013

Una errata de la Historia


José Manuel Caballero Bonald ha dicho al agradecer el premio Cervantes que la poesía permite corregir las erratas de la historia. ¡Y luego me preguntan que para qué sirven la literatura y las palabras bellas! Como poco son las balas de algodón que frenan los impactos de la vida o el algodón que limpia y desinfecta las heridas que ésta nos deja.

La frase del poeta me ha hecho pararme un minuto a reflexionar sobre la poesía y la historia, a reflexionar sobre si habrá suficiente poesía para envolver la actualidad o si la historia, que explica la vida a toro pasado, encontrará palabras sin erratas para contar lo que nos está pasando.

No soy dado a revoluciones ni a grandes aspavientos, a mi edad tengo mucho ya visto y algo he aprendido. Pero todavía conservo mi capacidad de asombro para no admitir con encogimiento de hombros las barbaridades sociales y los disparates económicos que están sucediendo. Y cuando digo barbaridades y disparates lo hago sin conocer todavía qué nuevas medidas va a aprobar hoy el consejo de ministros.

Pero un disparate es que haya casas vacías mientras hay vecinos sin casa. O que un gobierno socialista facilitase juzgados para desahucios. Un disparate es que nuestras autonomías tengan deudas y sus consejeros en la televisión pública cobren más que el presidente del gobierno. Un disparate es que a los funcionarios se les recorte el sueldo mientras se suben complementos a los cargos medios. Y también que suban los cargos medios… ¿Hay poesía que cure tanto daño?

Y una barbaridad es que todo ello se intente solucionar subiendo los impuestos sin haber ahorrado antes gastos superfluos e inútiles. O que los parlamentarios con dos legislaturas tengan ya asegurada su pensión mientras algunos pensionistas sufren para llegar a fin de mes. O que disponiendo de un listado tan prolijo de sinvergüenzas no haya ninguno de importancia en la cárcel.

Estamos sin duda viviendo una errata de la Humanidad, una época excepcionalmente negra que nuestros biznietos calificarán con enérgica repulsa, viéndola con la misma incomprensión y dolor con que nosotros vemos la revolución industrial del siglo XIX, cuando trabajaban los niños o cuando los obreros trabajaban doce horas diarias, siete días a la semana.

Puede que la poesía sea el algodón que suavice el encontronazo que nos está dando la vida pero dudo que haya producción mundial suficiente. Ni de poesía ni de algodón.

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