El riesgo de pobreza o exclusión
alcanza ya al 28% de los españoles y todavía no han metido en la cárcel a
ningún político, ¿es que nadie es responsable? Si una catástrofe semejante
pasara en una empresa privada, ¿no se le pedirá responsabilidad a nadie? ¿Los
culpables se pasearían por la calle tranquilamente, con las manos en los
bolsillos, asistirían a fiestas y saraos, presentarían libros y dará ruedas
prensa?
Si en España vemos a nuestros
vecinos levantando la tapa de los contenedores a la caza y captura de un bocado
no es culpa de los ciudadanos, no hemos fallado los ciudadanos, han fallado
quienes dirigían este barco, no la tripulación. La responsabilidad no es nunca
del que obedece, sino del que manda y se equivoca.
Hemos tenido jefes de gobierno
que no tenían n la más remota idea de lo que era la economía y nos hemos
encogido de hombros, intrascendentes e indiferentes, cuando entre sonrisas les
hemos oído decir que eso lo aprendían en dos semanas. Nade se ha echado las
manos a la cabeza, nadie ha cogido el toro de la ignorancia de Zapatero por los
cuernos de los que le eligieron cuando se empeñaba cerrilmente en hablar de
brotes verdes… Ahora, ahora… ahora se levantan voces que le acusan de su cerrazón, las voces de
los mismos que defendieron sus estúpidas tesis en la televisión ante una
millonaria audiencia ávida de debates brillantes y esclarecedores.
Y ahora España tiene un 28% de
población al borde del hambre, de la exclusión, pero nos encontramos con un gobierno
que no ha movido un grano de arena por modificar el Estado megalítico e
hiperdesarrollado al que hemos de alimentar. La carga para el débil siempre, es
decir para el ciudadano, para el jubilado, para el dependiente. Le estamos cargando las pistolas de la revolución a
impresentables como el de la sandalia, estamos cargando de argumentos a los más
burráncanos cuando nadie paga por sus fechorías, sean en sobre o en timos como
los del ERE andaluz que luego acaban en mariscadas en nombre de los paras de la
Tierra.
Hemos de hacer justicia, hemos de
colgar del palo mayor de la democracia tanta sinrazón, tanta desvergüenza,
tanta injusticia, tanta irresponsabilidad. Porque cuando la sociedad no hace
justicia -o cuando no hay para comer- surgen ciudadanos impresentables,
irresponsables e indignos que se la toman por su mano. Y a eso se le llama
caos, desorganización e irracionalidad. Y detrás vienen las armas.
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