Finalizada la payasada de
Cataluña –payasada pero eficacísima para los planes perseguidos- tocaría
recomponer la figura, apretarse los machos y retomar las riendas de la nación.
Pero Rajoy está, nuevamente, desaparecido. Ni está ni se le espera. España te
echa de menos, Mariano, aparécete.
Rajoy ha completada la tarea que
iniciaron Aznar –pactado sus intereses a cambio de los de Pujol- y el inútil de
León, ese al que se le calentó la boca y prometió aceptar el estatuto que
saliese –y como saliese- del Parlament Catalá. Y la ha completado permitiendo estultamente
el adoctrinamiento de la sociedad catalana a través de los medios de
comunicación públicos y privados, así como a través de la Educación con la que
la Generalitat alimentaba s sus corderos.
Nada ha hecho Rajoy en este
asunto salvo consentir y callar. Qué pocas veces se le ha visto al mando de la
situación, siempre yendo a remolque del catalanismo, siempre carente de
iniciativa y de reflejos. España es así porque pobres personajes como él lo han
permitido o facilitado. Cuánto habríamos dado los españoles por verle con
aptitudes de gobierno, al frente de la tripulación, en el puente de mando. ¿Le
recuerda usted contrarrestando la torpe astucia de Artur Mas?
Toca ponerse al frente, Señor
Rajoy (Ahora que lo pienso, ¿no sería más adecuado llamarle “señor Mariano”?) y
usted calla empecinadamente. Y otorga empecinadamente. Le necesitábamos al pie
del cañón, pero es evidente que debe tener tareas mucho más importantes y atractivas
que dirigir España.
Nos van a reformar la
constitución porque no les vale a los catalanistas. La misma que fue masivamente
aprobada por ellos es ahora mindundeada y ya no vale. A los nacionalistas
catalanes –que tienen un estatuto privilegiado, al que los humanos no llegamos-
nunca les valió que los demás tuviésemos las mismas oportunidades, siempre han
querido privilegios, ventajas. Por eso cada vez sus demandas iban subiendo de
tono cada vez que alguien necesitaba sus votos o cada vez que se reformaba un
estatuto ellos empezaban a sentirse incómodos. Hoy los catalanistas son ese
vecino incómodo que llega de madrugada
haciendo ruido o que tiene la radio, la música y la tele a la vez y a un
volumen insoportable. Observe el lector despistado que digo “los catalanistas”.
Finalizada la payasada de Cataluña
tocaría recomponer la figura, apretarse los machos y retomar las riendas de la
nación. Necesitamos un presidente de Gobierno que esté en su sitio (o simplemente
que esté), que trasmita sensación de seguridad, de dominio y conocimiento del
problema, que sepa gobernar y lo demuestre. Mariano, estás despedido.
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