Cuando estoy deprimido, como es
el caso, pienso que tenemos lo que nos
merecemos. Del gobierno hablo. Bueno, y de la oposición. No deberíamos
quejarnos nunca de nuestros cargos electos porque salen de nosotros, brotan del
interior de la sociedad, son nuestros alter ego. Son producto de la misma
sociedad de la que procedemos nosotros. Cualquier autoridad, del tipo o nivel
que sea, somos nosotros con una gorra de plato que nos confiere poder. Esa es la diferencia, tener o no tener gorra
de plato.
Era yo un tierno infante cuando
oí contar por primera vez aquello de “usted no sabe con quién está hablando”.
Eran entonces los tiempos de Franco y el autor de la celebérrima frasecilla era
un concejalete con pretensiones y se la dirigía al nuevo cabo jefe de puesto de
la guardia civil. “Usted no sabe con quién está hablando” o su hermana gemela
“Usted no sabe quién soy yo” son frases que definen una mentalidad, a veces
particular, a veces colectiva: la del pobre hombre que ha pasado demasiado
deprisa de la boina a la gorra de plato y no ha tenido aún tiempo a adaptarse.
Esta frase pasó muchos años
escondida, casi en peligro de extinción, hasta que infelizmente la recuperó
Pilar Rahola, aquella política independentista catalana pasada al
tertulianismo, ese oficio aparecido al calor del “todo vale” en las
televisiones más analfabetas y acríticas. Sí, sí, y después ha surgido diversas
veces en políticos actuales, tantas que ya dejé de prestar atención...
Los políticos salen de nosotros,
de nuestras familias, de nuestros pueblos, de nuestras limitaciones sociales o
culturales… Algunos son como nosotros con gorra de plato, son como nosotros en
plan machote y valentón, tal vez con una copa de más. Esperen, esperen, tomen
nota de que acabo de decir “algunos”… Ayer o antes de ayer en Madrid dos de
ellos, dos políticos de esa izquierda rancia, arcaica, a la venezolana, a la
bolivariana, se han dirigido a dos policías nacionales diciéndoles “nosotros
somos diputados y tenéis que cuadraros delante de nosotros”. Es la nueva versión
de la misma manida frase de siempre pero ahora con autoidentificación previa:
“Ojito conmigo que soy diputado y mando mucho. Cuádrate, chaval”
Cambian para renovarse, pero todo
sigue igual. Vengo oyendo los mismos disparates, las mismas tonterías, desde
que tengo uso de razón política. Le pones gorra de plato al más tonto y te
manda cuadrarte. Casi lo de menos es que estos dos bolivarianos madrileños se
dirigieran a dos policías de servicio tuteándoles: “Ante mí tienes que
cuadrarte, tío”. Vivimos en un país en el que todos nos hemos igualado por
abajo, por la ramplonería, por la chabacanería. Hemos confundido el “todos
tenemos los mismos derechos” con “Todos somos iguales”. Bueno, menos si yo
tengo gorra de plato. Hemos suprimido el tratamiento de usted porque si no
somos fachas y clasistas. Estoy convencido de que es solo porque no viajamos lo
suficiente al extranjero. Inglaterra, Francia, Italia… cualquier país de por
aquí mantiene el usted sin que a nadie se le ocurra pensar que son clasistas…
sino que son normales.
Cambian para renovarse, decía. Y
ahora han inventado la identificación previa, sean políticos casposos y
presuntuosos, amantes de la revolución social del Pacto de Varsovia, o amantes
del “Lo mío es mío y lo de los demás también”. La señora de Don Jordi Pujol,
aquel que tenía el título de “Molt Honorable”, el que a todas horas nos daba
lecciones de democracia y de honradez, el mismo del que se tienen fehacientes
sospechas de corrupción gigantesca sin que nadie le acerque ni siquiera un poquito
a la cárcel… La señora de Pujol, estaba diciendo, Doña Marta Ferrusola, aquella
que contaba compungida que sus hijitos se tenían que volver a casa sin jugar en
la calle porque los demás niños hablaban castellano, también descubrió la
identificación previa. “Soy la madre superiora de la congregación”. Y tras
señalar su gorra de plato le decía al subalterno de turno que le traspasara dos
misales. Sí, dos misales. Todo ello en clave y catalán, claro, porque ya se
sabe que el catalán es más noble que el castellano. Hasta para delinquir.
Cuando estoy deprimido, como es
el caso, pienso que tenemos lo que nos
merecemos. No deberíamos quejarnos nunca de nuestros cargos electos
porque salen de nosotros, brotan del interior de la sociedad, son nuestros
alter ego. Aunque bueno, tal vez no siempre, tal vez no siempre.
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Mi artículo semanal en Onda Cero Palencia
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