Palencia es una emoción:

12 junio 2018

Aquarius, África no cabe en Europa


El ego español ha crecido y engordado por comparación al de Italia. “Nosotros somos buenos y acogemos a la gente en apuro, en cambio ellos los rechazan” podría ser el pensamiento simplificado de muchos españoles de derechas y de izquierdas. Olvidan que Italia ha acogido todos los años alrededor de 150.000 inmigrantes. España no. Esa inmigración siempre irregular, tramposa, siempre en alza, ligada a veces a la delincuencia, es la que ha provocado la llegada democrática al poder de la extrema derecha en Italia, Austria, la que ha provocado su ascenso, también muy democrático, en Francia, Alemania, Holanda… ¿Queremos eso para Europa? ¿No habrá otro modo de hacer las cosas bien?

Son inmigrantes, no son refugiados. El refugiado huye de una guerra, de una persecución por sus ideas, por su raza, por su religión… No, estos son inmigrantes. Inmigrantes que han pagado miles de euros (¿pero no son pobres de solemnidad?) a unas mafias que se lucran injustamente de su sacrificio. A los refugiados hay que recogerlos, a los inmigrantes no en estas condiciones, no tienen los mismos derechos.

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No, no propongo dejar a estos seiscientos desgraciados (entiéndase la palabra solo, única y exclusivamente en sentido compasivo) abandonados en el mar. ¿Pero por qué las ONG subvencionadas con nuestros impuestos los recogen a diez millas de la cosa africana y los traen, miles de millas por medio, a Europa? ¿No es más lógico ahorrarse tanta travesía peligrosa y dejarles en suelo africano otra vez? ¿Cuánto iban a durar las mafias en ese caso, cuánto su negocio clandestino, cuánto estos nuevos negreros del siglo XXI? Recordemos que hay otra nave con otros setecientos inmigrantes presta para arribar a puerto en pocos días. ¿Les metemos también en Valencia? ¿También se ofrecerá Quim Torra, el despreciable racista, para acogerlos? ¿A todos? ¿Siempre? ¿Hasta cuándo? ¿Sin final? África no cabe en Europa.

A todas estas personas no solo hay que ayudarlas durante unos días, recuperarles de la dura travesía, alimentarlos… La tarea es permanente, continua, hay que darles un futuro, dinero para mantenerse, casa, trabajo, escuela, hospitales… y enseñarles las reglas de convivencia en un país europeo del siglo XXI. Y ello en una sociedad que ha basado su desarrollo en la solidaridad intergeneracional, yo cotizo hoy por ti, mañana otro cotizará por mí y todos tendremos derecho a educación gratis, sanidad gratis y pensiones. (¿Gratis?) Y nadie se escapa a los impuestos, tasas y cotizaciones varias para poder lograr salir adelante. Si alguien no cotiza… no tiene jubilación. En una Europa donde las pensiones corren severo peligro, donde los recortes en sanidad o educación han supuesto gravísimos problemas populares… ¿a cuántos derechos sociales estamos dispuestos a renunciar? ¿A cuánta gente que no contribuye vamos a subvencionar con nuestros derechos? ¿Sabe el lector que en esa “despreciable” Italia algunos grupos de inmigrantes, hartos de estar internados, han organizado conflictos porque la comida no era buena, tenían frío o la conexión wifi no era como ellos hubieran deseado?

Europa no puede encomendar su futuro al buenismo, a los gestos hermosos para la galería… de votantes. Cierto que a este barco había que aceptarlo y recogerlo (¿Por qué España?) y no dejarlos morir en plena mar; el cargo de conciencia sobre Europa habría sido demasiado grande, una Europa de tradición cristiana (solo tradición, ya no se puede hablar de religión en una Europa descreída y materialista) no podría permitírselo impunemente. Pero, ¿qué vamos a hacer con los próximos diez, veinte barcos que vengan en los próximos meses? ¿Qué mensaje hemos enviado? ¿Por qué no se devuelve a África a quienes se recoge en la costa africana? ¿Cuánto durarían las mafias y sus negocios indignos? ¿Cuándo frenarán las subvenciones europeas a quienes quieren destruir Europa?

El gesto del gobierno español, aplaudido por la mayoría de los ciudadanos, es un bello gesto de cara a la galería que plantea un problema ético: ¿Por qué hay que hacerlo todo con publicidad, con cámaras, con fotos, con micrófonos? ¿Se utiliza a estos infelices para ganar votos? Piense el lector la que se va a armar en Valencia cuando arribe el barco. ¿Qué medio mundial se perderá el desembarco, qué televisión no lo retransmitirá, qué programucho sensibloide no entrevistará a esa pobre madre con cuatro hijos que llegará desesperada? “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha”. No: cámaras y micrófonos por doquier.

Quedan dos gravísimos problemas que no se pueden obviar pero para los que no queda espacio en este artículo, ya demasiado largo:

1-      ¿Por qué no se interviene, toda Europa a una, directamente en los países de origen de esta crisis que no ha hecho más que empezar, a la que le quedan muchos años todavía de sufrimiento?

2-      ¿A qué esperan los gobiernos europeos, tan proclives a gastarse dinero en festivales, subvenciones, corrupciones y convenciones, para favorecer la natalidad en nuestros países? La ejercitación por la mujer de sus propios derechos ha provocado la caída en picado de la natalidad; nuestra sociedad no tiene futuro sin las nuevas generaciones… que no están llegando. ¿Acaso confiamos en la generación espontánea?

Europa tiene un problema pero prefiere silbar y sonreír….    

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